La Carretera Austral – o Ruta 7 – se ubica al sur de Chile y une Puerto Montt hasta Villa OHiggins (en un futuro pretende llegar hasta Puerto Williams) a través de aproximadamente 1.240 kilómetros. Famosa entre chilenos, y probablemente aún más entre extranjeros, por su infinidad de bellos y especiales paisajes, entre ellos la cordillera patagónica, los campos de hielo, tupidos bosques, preciosos lagos y ríos por doquier, cruzando en su camino más de algún parque nacional y permitiendo llegar a lugares que de otra forma, solo se podría vía aérea. Es una ruta que en su gran mayoría es de ripio, aunque los últimos años han pavimentado varios kilómetros alrededor de las principales ciudades. En consecuencia a esto, año a año varias zonas se han ido destrozando, lo que sumado a la abundante calamina, ripio suelto, hoyos y piedras, hacen de esta carretera una ruta nada fácil de manejar si no se tiene la precaución y la experiencia necesaria. Probablemente esta es una de las rutas más famosas y más frecuentadas de Chile para realizar autostop, ciclismo y motociclismo. Su extensión, la necesidad de utilizar más de un transbordador, paisajes inigualables y un clima impredecible, hacen de esta, todo un desafío de recorrer y da una sensación de victoria regocijante al lograr ese objetivo.
Let the journey begin!
CARRETERA AUSTRAL 2014
“Una travesía al sur de Chile en 2 ruedas”
Table of Contents
MAPA DE RUTA
- Mapa representativo de la carretera austral. Se indican con estrellas de colores los lugares visitados y los lugares donde dormimos.
BENCINA
Si bien actualmente en la carretera hay buen abastecimiento de bencina, nunca está de más conocer las distancias entre cada una de las bencineras para no llevarse sorpresas. Como en cualquier lugar remoto, puede siempre ocurrir que una bencinera no esté abastecida.
Actualizado 2022
DESCRIPCIÓN DE EQUIPO
⇒ Equipo enfocado en clima lluvioso y frío. Ropa impermeable y de secado rápido.
⇒ Carpa 3-4 estaciones con buena impermeabilidad.
⇒ Recomendable llevar provisiones de comida básicas (es más barato, ahorra tiempo y en la moto el peso no tiene mayor importancia).
⇒ Probablemente la parte más importante del equipo es aquella en relación a la moto (que puede jugarte malas pasadas y arruinarte el viaje):
HERRAMIENTAS / REPUESTOS / OTROS
- Cámaras de repuesto
- Kit de parchado
- Compresor de aire
- Desmontadores
- Espuma anti pinchazo
- Lubricante cadena
- Kit manillas repuesto freno y embrague
- Poxipol®
- Llave inglesa / Juego dados / Alicate / Llave Allen / Llaves punta-corona / Destornillador
- Alambre
- Cortapluma
- Duct Tape
- Plástico (para cubrir las cosas en caso de lluvia)
- Traje impermeable (tipo jardinera con chaqueta)
- Correas de moto
- Red elástica para agarrar las cosas a la moto
OTROS NO CONSIDERADOS POR NOSOTROS:
- Bujía
- Luces de repuesto
- Cuerda (nuestras correas de moto las remplazaban)
- Aceite (para rellenar o cambiar durante el viaje)
OTROS DIFERENTES A HERRAMIENTAS Y A CONSIDERAR
- Llave de repuesto moto!
- Cargador USB 12 volts (previamente instalar en moto)
- Botiquín
PREVIO AL VIAJE
“LA IDEA”
Han pasado algunos cuantos años desde que realicé mi primer viaje, y de a poco la experiencia me ha enseñado que todo buen viaje no puede partir sin un vaso en la mano o una parrilla prendida. He aprendido también, que son los viajes más inesperados y los que parecen más descabellados, los que después te traen los mejores recuerdos: Codegua, sin duda alguna, cumplía con los requisitos.
Desde pequeño que vacaciono en Algarrobo, siempre en el mismo lugar, siempre con la misma gente. Esa gente que hoy en día solo veo a veces, pero que sabes que siempre están ahí. Era mediados del 2013 cuando se organizó ese famoso paseo que lograba reunir a todos los antiguos amigos, y la sede de reunión este año sería el campo de Eric en Codegua. Aún recuerdo perfectamente esa sensación de fiesta que circulaba en el aire para el “codeguazo”. Guitarra, caja acústica, parlantes, mesa de sonido, un cordero y muchos bebestibles esperaban nuestra llegada para festejar esa imperdible reunión anual. Preparaba el cordero, acompañado de una agradable piscola muy helada, cuando fue que Felipe, mi futuro compañero de viaje, comenzaría a contarme con gran emoción el viaje que junto a Eric habían realizado en sus motos hasta Pan de Azúcar, y como tenía planeado recorrer esta vez el Sur de Chile por la carretera austral y así poder decir con orgullo que había recorrido Chile de Sur a Norte en moto… lo siguiente… fue invitarme. Mi respuesta inicial fue entusiasta, sin embargo no tenía moto y era difícil que me comprase una solo para el viaje. No obstante, no pude resistir preguntarle qué moto le parecía la adecuada (por esos tiempos yo sabía nada de motos de calle).
Felipe dice que siempre supo que yo diría que sí… probablemente yo también lo tuve claro desde el comienzo, sin embargo, decisiones que implican tal inversión, la gran mayoría de las veces no son fáciles. Una cosa si tenía clara, carretera austral era una ruta que si estaba dentro de mis check list pendientes, y era una ruta que de seguro la haría en 2 ruedas!

“LOS PREPARATIVOS”
Para muchos, lo lógico es pensar que el viaje comenzó ese jueves 16 de Enero cuando me senté en el terminal a esperar la llegada del bus que nos llevaría rumbo a Puerto Montt, sin embargo, el viaje partió muchos meses antes. Me atrevería a decir que es el viaje más largo que he realizado hasta la fecha, ya que el verdadero inicio no es el comienzo de la travesía, sino que el exacto momento en que comienzas a concretar la idea, y en este caso era más que el solo organizar “algo”.
Considerando que el requisito número uno para realizar una travesía en moto, es efectivamente tener una moto, el primer signo que el viaje se iba a concretar, comenzó con la elección de ésta. Fueron varias semanas de búsqueda y revisión en distintos foros hasta que me convencí que la moto ideal no podía ser otra más que la Kawasaki KLR 650; una moto sencilla, confiable, con un gran desempeño en tierra, buena autonomía, fácil de encontrar, fácil de revender, pero por sobre todo, estaba dentro de mi presupuesto. Así fue que después de un par de semanas de búsqueda, terminé con la que más me tincó. El único problema? Se encontraba nada menos que en Penco, a aproximadamente a 530 kilómetros de distancia. Le di vueltas y vueltas al asunto y finalmente decidí que seguiría mis instintos y la compraría… no iba a verla, sabía que me la llevaría. Pedí permiso en el trabajo – ¡gracias Nelson! – y partí a las 3am en una 4runner equipada con un porta moto perpendicular (al cual nunca había exigido tanto, pero en el cual ponía toda mi confianza) a buscar mi nueva adquisición. Fueron largos kilómetros de conducción nocturna hasta que llegué a la plaza del pueblo donde me esperaba el vendedor. No pasaron más de 30 segundos desde que él se bajó de la moto para decirle que la compraba. Ni siquiera fue necesario el test drive, le había dado el “palo al gato” como dice el dicho. La vuelta fue larga, demasiado larga diría yo para lo cansado y lo cuidadoso que tuve que ser al manejar ese auto qué sorprendentemente soporto los 200 kg verticales. El viaje había comenzado.
Una vez comprada la moto pasaron algunos meses antes de que volviese a los preparativos propiamente tal del viaje. Dentro de las cosas relevantes, una de ellas era decidir dónde nos subiríamos a las motos. ¿Partiríamos desde Santiago para evitar tener que enviar las motos en camión? ¿o lo haríamos en Puerto Montt para ahorrarnos esos tediosos 1.000 kilómetros de carretera? La respuesta fue unánime, manejar desde Santiago, si bien se veía atractivo por un tema de orgullo, no lo era en términos de tiempo, agotamiento, dinero y desgaste de las motos. Después de una larga búsqueda por internet di con varias empresas que ofrecían el servicio (éstas se encuentran detalladas al final del relato), las cuales analizamos con Felipe y llegamos a la conclusión que dado que él trabajaba en una empresa de aceros que tenía sede en Puerto Montt, y que enviaban camiones regularmente, intentaríamos enviar las motos por esa vía considerando el precio y la seguridad. Cuando tuvimos el visto bueno, el acto siguiente fue planificar la construcción de los pallets para transportar las motos, ya que eso corría 100% por nuestra cuenta. Encontramos de todos los tipos por internet, elegimos un modelo para copiar, fuimos a Construmart a comprar los materiales necesarios e iniciamos rápidamente la construcción para luego – unos días previos a partir – despachar las motos en la empresa con la ayuda de Eriking (el rey de los eri y mismo Eric de Codegua).


OTROS PREPARATIVOS
Para todos aquellos que se propongan recorrer la carretera austral, independiente de la forma en que viajen, hay ciertos preparativos que no se les debe escapar:
TRANSBORDADORES
www.taustral.cl – www.navieraustral.cl
Contactos: rcaileo@navieraustral.cl – ymaldonado@navieraustral.cl
- Ruta 1: Caleta la Arena → Caleta Puelche
No requiere reserva. Conductor NO paga extra.
Salidas cada 45 minutos desde las 07:15 – 23:45
Autos $9.500 / Motos $6.900 / Bicicleta $2.700 / Pasajero $600 - Ruta 2: Hornopirén → Lepteptú
Requiere reservar varios días antes idealmente. Estar 1 hora previo a zarpar.
Se vende junto con la Ruta 3. Conductor NO paga extra.
Duración 03:30 horas
Autos $30.000 / Moto $7.500 / Bicicleta $5.000 / Pasajero $5.000 - Ruta 3: Fiordo Largo → Caleta Gonzalo
Se compra junto a la ruta 2 y enlaza con la hora de llegada del transbordador previo.
Duración: 45 minutos - Ruta 4: Chaitén → Quellón
Disponible solo los días Lunes y Martes (confirmar porque puede variar).
Salida a las 10am en barco Don Baldo.
Recomendable reservar con anticipación.
Conductor debe pagar como pasajero.
Auto $82.000 / Moto $15.000 / Bicicleta $6.000 / Pasajero $12.000
RELATO DEL VIAJE
DÍA 0,
Santiago – Puerto Montt
Después de meses de espera y preparación había llegado el gran día y todo se volvía real. Entrabamos por la puerta de estación Alameda cargados con nuestros cascos y ropa de moto para tomar nuestro bus rumbo a Puerto Montt. La emoción inherente a cualquier gran viaje era inevitable. Confirmamos que el bus saliese efectivamente a la hora correcta y nos instalamos en el suelo a la espera de la hora indicada, mientras ojeábamos los mapas y organizábamos los infaltables últimos detalles. Coordinamos el retiro de las motos y aprovechamos de calcular los tiempos que deberíamos cumplir para lograr llegar a la hora al ferry de Hornopirén. Después de una larga espera el bus llegó, dando inicio a la gran aventura. Nos esperaban largos 1.000 kilómetros hasta nuestras motos, y si todo salía según lo planeado deberíamos estar subiéndonos a ellas el día siguiente a las 8 am rumbo a la famosa carretera austral.
DÍA 1,
Puerto Montt – Hornopirén – Chaitén – Villa Santa Lucía
A las 6:30 a.m sonaba el despertador avisándonos que estábamos prontos a llegar a destino. La sucursal de la empresa quedaba antes de llegar al terminal, por lo que debíamos estar atentos para bajarnos en el paradero correcto. Una vez caminando, no nos tomó más de 5 minutos llegar a la empresa, donde nos esperaba un guardia que nos pidió nuestros datos y luego nos indicó dónde se encontraban nuestras motos. Rápidamente removimos los envoltorios – con el entusiasmo de un niño en navidad –, descargamos de los pallets y empezamos a instalar los espejos y mi parabrisas que habíamos sacado para evitar accidentes durante el trayecto. A las 7:55 am teníamos todo armado, y estábamos vestidos y listos para partir. Perfect timing…
Nunca había manejado mi moto cargada, menos con esa cantidad de peso, y debo aceptar que los primeros cientos de metros fue realmente un desafío mantener el equilibrio, sin dejar de decir que antes de salir de la empresa casi me voy a piso. Una vez dominada la bestia, el resto fue como que hubiese conocido esa moto de toda mi vida, yo sobre mi KLR 650 y Felipe sobre su Triumph Tiger XC 800. Partimos rumbo al centro de Puerto Montt a cargar combustible, y hecho esto, enfilamos rumbo hacia la carreta. El viaje tomaba vida, acompañado de una suave llovizna que nos recordaba dónde estábamos, y la carretera se abría frente a nosotros dándonos la bienvenida. Los primeros kilómetros fueron una grata introducción, donde la mitad fue camino asfaltado y la otra mitad ripio en muy buen estado, lo que nos permitió agarrar confianza fácilmente en los 45 kilómetros que nos separaban de Caleta la Arena y donde nos esperaba el primer transbordador. Cuando llegamos, justo estaba a punto de zarpar el ferry de las 9:00 y con la ventaja que es andar en moto, nos saltamos toda la cola y nos subimos primero que todos (autorizados por el “dele dele” claramente). Arriba pagamos y nos fuimos disfrutando el cruce del Estuario de Reloncaví, que tomó algo así como 30 minutos hasta la llegada a Caleta Puelche. Como nota a tener en cuenta, las empanadas de Caleta la Arena son maravillosas, así que si tienen el tiempo para eso, do it!! Desde Caleta Puelche hasta Hornopirén nos tomó exactamente 1 hora en un camino que la mitad estaba asfaltado y la otra mitad era de ripio fácil, y contrario a lo que esperábamos, llegamos con mucho tiempo de anticipación al pueblo, incluso cuando la gente estaba recién subiendo al ferry de las 10:30 (y que estaba atrasado). El nuestro era el siguiente.
Ya en Hornopirén y con todo el tiempo del mundo, nos sacamos chaqueta y botas para relajarnos mientras esperábamos la llegada del siguiente barco. Mientras descansamos, conversamos con algunos turistas y pasamos a validar los tickets comprados vía internet (¡¡Recuerden que en este ferry el valor del vehículo incluye el conductor!!)

El viaje a través del Fiordo Comau duró 4:10 horas y es todo un panorama – si no lo duermes entero como Felipe – con paisajes preciosos que valen realmente la pena ver (especialmente las montañas que rodean el fiordo en su último trecho), y fue el motivo por el cual decidimos no hacer la ruta por Argentina, además de que por $7.500 cada uno, no había donde perderse. El barco es gigante (yo imaginaba que sería un lanchón antes de comprar el ticket) y adentro encontraran cafetería, mesas, cómodos sillones para dormir y hasta enchufes para cargar (antes que lo olvide: Lleven un múltiple para poder enchufar hartas cosas, los enchufes suelen ser escasos en todos lados).
El siguiente trayecto lo hicimos en moto desde Lepteptú hasta Fiordo Largo en 10 minutos, donde esperamos un buen rato la llegada de la tercera y última barcaza, y agradecimos nuevamente haber andado en las motos ya que como esta barcaza es muchísimo más pequeña que la de Hornopirén, aún habían autos acumulados del viaje de Hornopirén de las 10:30 am y la cola que se formó cuando llegó la nuestra era impresionantemente larga. (Nota: hoy 2020, esta barcaza al parecer no es necesaria, y el trayecto lo realiza por completo aquella que sale de Hornopirén)

A las 18:20 horas llegamos a Caleta Gonzalo, y por falta de tiempo decidimos no recorrer (dicen que es bonito, aunque no es más que un pueblito perdido con un par de habitantes). Aquí fue donde Felipe aprendería lo que era realmente manejar en tierra. El camino no estaba para nada bueno, en especial porque tenía una capa de tierra suelta muy profunda y harta piedra. Quién solo maneja motos de calle, probablemente nunca ha experimentado lo que es el shimming y de hecho fue aquí donde Felipe por primera vez lo conoció. El shimming es esa vibración de la rueda delantera que se genera al andar en terrenos de este tipo y que puede terminar catapultándote fuera de la moto, porque la rueda tiende a girar de forma muy rápida y brusca, siendo la solución apretar la moto y acelerar… si, acelerar, cosa poco deducible si no te la explican. A pesar de las dificultades iniciales – primeros 10 km -, ambas motos y pilotos se comportaron un 7.
Cuando organizamos el viaje, inicialmente habíamos pensado ir parando y visitando los lugares que teníamos planificados, siendo el primer destino Futalefú, sin embargo, en la marcha cambiamos de idea y decidimos que los primeros días serían de avance hasta nuestro objetivo – Caleta Tortel – y de regreso destinaríamos el tiempo necesario para visitar, por lo que este día trataríamos de avanzar lo máximo posible. Desde Caleta Gonzalo el siguiente pueblo o ciudad es Chaitén, y para llegar se debe cruzar el famoso Parque Pumalín, que alberga el volcán y todos sus vestigios de lo ocurrido en el 2008. ¡Fotos de postal! Por Chaitén pasamos fugazmente para cargar bencina e intentar sacar plata sin mucho éxito en el único cajero que existía y que justo en ese momento no tenía línea.

Nuestro viaje continúo por algunos kilómetros más, poco más allá de Villa Santa Lucía, donde decidimos parar y acampar a la orilla de un río que acompañaba el camino, ya que eran las 9pm y aún nos faltaban varios kilómetros hasta el siguiente pueblo. Al poco andar encontramos una bajada a la orilla del río donde podíamos instalar nuestras carpas. Descargamos todo y nos pusimos a armar inmediatamente, ya que el cielo gritaba lluvia. Aquí partieron los primeros problemas – adivinen quién compró una carpa nueva y no se preocupó de aprender a armarla – una pista, no era yo jajaja. Mientras terminaba de armar la mía, veía cómo Felipe batallaba contra la suya y los cientos de mosquitos que nos atacaban, ¡incluso atravesando la ropa! De noche, siendo acribillados por esos bichos asesinos, con hambre y sin saber cómo armar la famosa carpa, la única opción fue utilizar la mía. Una vez dados por vencidos, pudimos sentarnos y comer algo antes de decir adiós, hasta el día siguiente.
DISTANCIA
- 213 km (solo por tierra)
TIEMPO INVERTIDO
- 13:15 horas
RUTA
- Camino mixto asfaltado y ripio en buen estado en general. Precaución a la salida de Caleta Gonzalo.
DÍA 2,
Villa Santa Lucía – Puyuhuapi – Villa Mañihuales – Coyhaique
Este sin duda alguna fue un día de avanzada. Nuestro objetivo: Coyhaique. Fue el único día que realmente partimos temprano levantándonos aproximadamente a las 6am. Desayunamos de nuestras provisiones, desarmamos el campamento, Felipe con gran valor se bañó en el río – ¡que te congelaba hasta los huesos! – y a las 08:30 am estábamos arriba de nuestras motos. Dejamos atrás el río y retomamos el camino a 13 kilómetros al sur de Villa Santa Lucía para comenzar a recorrer los casi 350 kilómetros que nos separaban de Coyhaique. 350 kilómetros no suena mucho ¿cierto?, algo para recorrer en unas 5 horas de viaje, no?. Aquí fue que aprendimos la lección de que no existen cálculos exactos y menos en esta carretera. Si bien en moto uno puede fácilmente moverse en ripio sin dificultad entre 100 y 110 km/hora, el estado del camino, los múltiples arreglos y el cansancio hacen que difícilmente uno logre superar un promedio de 60 km/hora. Desde los primeros kilómetros comenzamos a pillarnos con las obras de restauración, que buscan ensanchar la vía y mejorar su estado. Un par de obreros en la mitad del camino nos hacen vigorosas señas mientras con susto ven acercarse nuestras motos a una velocidad bastante más de la debida y quedar detenidas a poco de ellos. Nos contaron que solo hace algunos minutos habían hecho detonar dinamita en el muro del camino y este estaba cubierto por tronaduras (grandes pedazos de roca producto de la explosión) que incluso arriba de las motos era imposible de cruzar. Sin mucho qué hacer, nos detuvimos a descansar y comer algún snack mientras conversábamos con tres brasileños que venían viajando en sus Triumph desde Brazil. No hubo avance hasta que llegó una retroexcavadora al rescate. Ésta, impresionantemente, en menos de 20 minutos logró despejar el camino sin gran esfuerzo, abriéndonos paso a nuestro aún largo camino. Recorrido que se vio rápidamente interrumpido por más trabajos. Esta vez la espera sería un poco más larga, un par de horas según la persona que nos detuvo, ya que había una gran zanja en el camino, porque estaban instalando unas tubería – mala cosa si queríamos llegar a una hora decente – así que esta vez nos bajamos con la intención de ver si nuestras motos lograban pasar y si nos dejaban. Nos tomó unos buenos minutos llegar hasta la obra, ya que era lejos, en subida y las botas de moto precisamente no ayudaban mucho. Todo para llegar, intentar convencer a un par de personas y que nos dijeran que el camino ya lo estaban abriendo – jajaja –.
Seguimos avanzando y ya faltaba poco para llegar a Puyuhuapi, ubicado en uno de los parques más preciosos de la región, el Parque Queulat, pero antes de eso era de esperar otro percance más. Como les comenté anteriormente, todo este camino entre Villa Santa Lucía y el parque se encontraba en arreglos. El último trabajo que nos pillamos no nos hizo nada fácil la pasada. Era una zona en donde estaban cubriendo la antigua carretera con tierra nueva sin aplanar, por lo que nuestras motos se enterraban por lo menos unos 10 cm. A mí casi me cuesta una linda caída… pero Felipe sí la cobró. ¡La tierra suelta lo hizo caerse a la típica zanja lateral para que corra el agua! Fue solo una caída barata y sin percances para lo difícil que estaba el camino. Yo iba adelante por lo que no me enteré que había pasado algo hasta varios metros más allá que me di cuenta que iba solo, y así, un poco asustado me devolví a buscarlo para encontrarlo desmontando las maletas de la moto para poder levantarla y sacarla de la zanja.
A Puyuhuapi llegamos a las 12:20 pm después de una fluida andada sobre un terreno recién llovido ¡y con un grip envidiable!. Cuando llegamos cargamos combustible y nos detuvimos por un momento para comer algo rápido y comunicarnos con nuestras familias.

Sin mucho más preámbulo seguimos nuestro rumbo a través del parque Queulat. El parque es realmente precioso, con una impresionante y densa vegetación, que sumado a la lluvia de la mañana, le daba un aroma y un toque especial. Este parque cuenta con dos atractivos imperdibles para quien recorre la carretera; el famoso glaciar colgante y el místico bosque encantado. Cuando llegamos a la entrada del glaciar me detuve, ya que si bien no estaba dentro de los planes iniciales recorrerlo en ese momento (ganar terreno de ida y recorrer de vuelta), el sol que nos acompañaba era inigualable y era la oportunidad de ver el glaciar en todo su esplendor, una oportunidad que no podía simplemente dejar pasar. Este fue el motivo de nuestra primera y única discusión con Felipe, quien no le pareció cambiar nuestros planes a último momento y que quería seguir rumbo a Coyhaique. Para suerte de ambos, terminamos entrando al parque de todas formas, ya que al regreso cruzamos Queulat de noche y con unas nubes que francamente no hubiesen hecho el honor que se merecía el ventisquero.
La entrada hacia los senderos del glaciar

está bien señalizada y es prácticamente imposible pasarla por alto. A la entrada hay una pequeña casa, que asumo era del guarda parques, y donde por $1.000 puedes guardar tu mochila. Algunos metros más adentro se encuentra la caseta de la CONAF, donde te cobran la entrada; $4.000 por persona y $5.000 adicionales (*precios 2020) si es que deseas arrendar un sitio para acampar. Les recomiendo que siempre anden con sencillo porque nos pasó que el guarda parque no tenía vuelto y simplemente no nos quería dejar pasar. Adentro está todo bien señalizado, hay buenos baños con duchas y hasta un pequeño “museo” explicativo del proceso glacial. Los autos y las motos quedan en un estacionamiento a pocos metros de donde parten los senderos. Las dejamos un poco desconfiados pero resignados, ya que no teníamos opciones de dónde dejar toda nuestra ropa de moto y nuestro equipaje más que ahí mismo.
Si no mal recuerdo hay 3 senderos diferentes, sin embargo, si van por el día al glaciar solo les sirve el que cruza el río por el puente colgante. El lugar es precioso; un sendero a través de un denso bosque adornado de cientos de raíces y un agradable aroma a tierra húmeda. Tiene una duración de 1:30, pero si lo suben rápido como nosotros, pueden hacerlo en tan solo 40 minutos. Al llegar arriba se encontraran con un mirador que apunta hacia el gran ventisquero colgante y su cascada. Fue un momento kodak, especialmente con el día soleado que nos tocó.
La bajada fue igual de rápida (25 minutos) ya que se nos ocurrió la excelente idea de bajar corriendo y saltando, muy recomendable para estar comenzando nuestro viaje! Cuando llegamos abajo lo primero que hicimos fue cerciorarnos, para nuestra tranquilidad, que todo nuestro equipo estaba completo. Luego nos cambiamos de ropa y mientras esperábamos que la ropa y zapatillas se secasen, comimos y descansamos al sol un buen y merecido rato.
Cuando estuvimos nuevamente manejando, los ánimos estaban renovados y las discusiones habían quedado en el olvido. Aún nos quedaba cruzar la parte más emocionante y bella del parque; a unos 20 minutos de andar desde el glaciar, comienza la cuesta que lleva al punto más alto del parque, ubicado a unos 500 metros de altura, que permite en el camino apreciar los glaciares y cerros que dan la belleza a este parque. La cuesta como es de esperarse, está llena de cerradas curvas que obligan a disminuir mucho la velocidad y que exigen un cuidado extremo. En más de una oportunidad Felipe o yo nos encontramos frente a frente con algún auto que venía volando hacia abajo. Cuando por fin llegamos al punto más alto – el portezuelo –, nos encontramos con un gran letrero que nos informaba la altura; ojo aquí si es que quieren pasar al bosque encantado también, ya que no hay mayor señalización y menos un lugar donde estacionar. Pocos minutos más allá del portezuelo, se encuentra a la derecha – si vas bajando – un pequeño cartel que dice “Bosque Encantado”. Probablemente si pasan temprano se encontraran con algunos autos estacionados precariamente a la orilla del camino. Nosotros pasamos sin saber que existía este sendero y fue solo a mitad de viaje que nos enteramos de él, por lo que les contare a la vuelta como nos fue.

Lo que restaba de camino hacia Coyhaique fue más sencillo. A pocos kilómetros del parque se encuentra la bifurcación que lleva hacia Puerto Cisnes. Aquí es donde comienza el camino asfaltado y la cosa se hace mucho más fluida. En promedio puedes irte a 120 km/hr sin mayor problema, y la sensación después de haber andado todo el trecho previo sobre ripio, hace que esta carretera se sienta como pistear en la fórmula 1!
Desde la bifurcación hasta Coyhaique, el camino continúa asfaltado y pasa por distintos pequeños pueblitos. El último antes de Coyhaique y Puerto Aysén es Villa Mañihuales, un pueblito de 2.000 habitantes, donde paramos a cargar bencina y a descansar mientras comíamos un churrasco en un local. Llevábamos ya 11 horas desde que dejamos nuestro campamento al lado del río y la verdad es que el cansancio se hacía notar, tentándonos a quedarnos esa noche ahí, sin embargo, recordé que conocía un par de personas que vivían en Coyhaique. Al primero que llamé fue a Osvaldo, el jefe de la UCI del hospital de allá, y que lo conocía desde mi internado en el Jota Aguirre. Se alegró harto por la llamada, porque hace un par de años que no nos veíamos, pero justo mientras nosotros viajábamos al Sur, él viajaba rumbo a Santiago ¡mala coordinación! Lo siguiente fue llamar a Danilo, el ahijado de mi padre, que si bien lo conocía por nombre, no lo conocía personalmente. Cuando le conté que estaba por esos sectores, sin más preámbulo me ofreció amablemente quedarme en su casa, gesto que realmente agradeceríamos después de ese agotador día que aún no terminaba.
Solo faltaban los últimos kilómetros para llegar a destino. Teníamos dos opciones; la primera era seguir por asfalto rumbo a Puerto Aysén y luego Coyhaique, lo cual era más largo porque se alejaba de nuestra ruta. La segunda opción era tomar el camino de ripio que unía casi de forma recta Mañihuales con Coyhaique… es obvio cual elegimos. El camino de ripio es bonito y creo que vale la pena hacerlo al menos una vez, sin embargo, no es más corto en tiempo versus el asfaltado y claramente es más peligroso.
Cuando llegamos a Coyhaique a las 21:45, paramos para llamar a Danilo y recibir indicaciones de cómo llegar a su casa. Me pareció raro que tuviese un par de llamadas de él y de mi padre… cuando me contestó, lo primero que me preguntó fue si había hablado con mi padre. No sé en qué momento ni como, mis documentos se cayeron en Villa Mañihuales. Por lo que le dijeron los carabineros, un niño los había encontrado tirados y los había llevado a carabineros… como consiguieron los teléfonos, no lo sé, y asumo que la excelente cortesía (ofrecieron mandarlos vía correo o bus a cualquier lugar sin costo) se debió en parte a que no estábamos en Santiago y que dentro de mis documentos se encontraba mi credencial de médico de carabineros. En fin, ya me preocuparía de qué hacer con ellos.
Cuando llegamos a la casa, pude conocer al famoso Danilo que mi padre en varias oportunidades me había hablado. Debo decir que se portó un 7; nos recibió en su casa, nos pasó piezas, toallas y para conquistar más aún nuestro agradecimiento, nos invitó a comer al famoso restaurant de los bomberos. No podíamos pedir más.
DISTANCIA
- Campamento – Villa Mañihuales → 260 km.
- Villa Mañihuales – Coyhaique → 89 km.
- TOTAL → 349 km.
TIEMPO INVERTIDO
- 13:15 horas
RUTA
- Precaución en zonas de arreglo, con ripio muy suelto en trayecto hasta la Junta.
- Camino asfaltado en excelentes condiciones.
- Camino de ripio entre Villa Mañihuales y Coyhaique puede ser peligroso cuando corre mucho viento.
OTROS PANORAMAS
- Puyuhuapi → Termas de Puyuhuapi / Puyuhuapi Lodge
DÍA 3,
Coyhaique – Puerto Río Tranquilo
Después de los dos largos días anteriores, nos merecíamos sin lugar a dudas un buen descanso. Este día no madrugamos a las 6am como los días anteriores, y desayunamos calmadamente antes de preparar las motos. Salimos rumbo a Villa Mañihuales a buscar mis documentos perdidos por la misma ruta de ripio que habíamos tomado el día anterior, sin embargo, esta vez el viento soplaba considerablemente más fuerte y al parecer mi concentración o probablemente más mi apuro por llegar, hicieron que casi en dos oportunidades siguiera de largo en un par de curvas que se cerraron más de lo que esperaba. Dejando eso de lado, la llegada al pueblo no tuvo percances y rápidamente estábamos en la comisaría. Efectivamente mis documentos estaban ahí a mi nombre, sin embargo, el carabinero que amablemente había llamado el día anterior ya había entregado turno, por lo que no pude darle las gracias. En su lugar había otro carabinero de guardia que fue igual de amable y con quién charlamos un rato de lo que era vivir ahí. Es un agrado compartir con la gente del Sur, no puedo dejar de decirlo.
La vuelta, decidimos realizarla por el camino pavimentado, en parte porque no conocíamos la ruta y en parte porque estaba demasiado peligroso el camino de ripio. Si bien el trayecto en kilometraje es más largo, toma casi lo mismo en tiempo y si o si, hay que hacerlo (ya sea de subida o bajada) porque es bastante bonito, incluyendo un túnel en la ladera de un cerro cuya pared que da al valle la componen decenas de pilares permitiendo una buenísima vista… todo lo que es el estilo “Need For Speed”.
Cuando salimos nuevamente de Coyhaique al sur eran las 13:15 y nos esperaban 220 kilómetros aproximadamente para nuestro destino. Desde aquí aún nos quedaba algo así como 100 kilómetros de carretera excelentemente pavimentada que nos permitieron avanzar bastante rápido. La confianza en la moto y el camino incrementaba, y ya era juego de niños manejar en las curvas pavimentadas. Yo iba adelante y ya faltaba poco para llegar a Villa Cerro Castillo cuando nos encontramos con una zona donde el viento se encajonaba soplando a altas velocidades. De pronto justo antes de una curva en “U” hacia la derecha, sopló una ráfaga de viento extremadamente fuerte, que no se contentó con moverme un poco la moto, sino que hizo que me acercase peligrosamente hacia la barrera de contención. El susto que pasé lo recuerdo vívidamente. En ese milisegundo, lo único que se me ocurrió hacer fue cargar mi peso completo contra el viento para estabilizarme y evitar irme contra la barrera, y frenar leeeentamente para no derrapar. No sé si fue lo correcto o si la acción a seguir era haber acelerado para corregir la moto, lo único que tengo claro es que a pesar de haber quedado a pocos centímetros de la barrera, no choqué. Fue, sin duda, el susto más grande que pasé durante mi viaje. No subestimen nunca el viento… así como a me tiró contra la barrera, también lo podría haber hecho hacia un auto en contra.
La llegada a Cerro Castillo es especialmente bonita. Vienes camino de la cuesta y te encuentras con un largo camino de bajada con el famoso Cerro Castillo de fondo. El día nos acompañó en un 100%, soleado y sin ninguna nube que cubriese el cerro, el cual efectivamente parece un castillo debido a sus afilados y agudos picos que lo coronan. Como estábamos de pasada, no nos detuvimos a contemplar más el cerro, pero sí consideraríamos a la vuelta la posibilidad de quedarnos ahí y eventualmente hacer el trekking. Lo que no esperaríamos eso sí, sería que a los pocos días, una tormenta caería, matando a una turista israelita y dejando fracturada a su amiga, motivo por el cual se cancelarían los trekkings a la parte superior. Como dato, en el camino al lado del pueblo, podrán encontrar un bus remodelado como sanguchería y que lo recomiendan mucho.
Desde este punto hasta Puerto Río Tranquilo el camino nuevamente vuelve a ser de ripio, pero se encuentra en excelentes condiciones. Avanzamos aproximadamente hora y media más, cuando decidimos buscar algún lugar para almorzar. Eran las 15:30 cuando dimos con una bajada hacia un riachuelo que acompañaba al camino y que se veía paradisiaco para descansar. Bajamos las motos hasta el cauce y descargamos lo necesario. Las maletas de Felipe hacían de asiento y protegían del viento que corría mientras cocinábamos unos fideos con choritos en conserva… estoy seguro que esas pastas tienen otro sabor cuando uno está de viaje.

Al llegar a Puerto Río Tranquilo a eso de las 7 y algo de la tarde, aún no teníamos claro dónde nos quedaríamos. Lo primero que se me ocurrió fue llamar a un paciente mío que es sargento de Chile Chico para saber si tenía algún contacto en la comisaría, quién hizo un par de llamados y me mandó a conversar con el carabinero de guardia. Nos podían facilitar el contacto de quien les arrendaba las cabañas turísticas a ellos ($40.000/día) o la otra opción mejor que me dieron era ir a consultar de parte de ellos a uno de los camping que quedan a orilla del lago y que era de un ex carabinero de la región (Suboficial Torres). La verdad la intención era conseguir que nos dejaran acampar gratis en el terreno de la comisaría, pero no tuvimos mucho éxito. A cambio nos quedamos en el camping del suboficial Torres, un caballero de unos 70 años que fue muy amable con nosotros, y que al día siguiente, a pesar de nuestra desaprobación, no aceptó recibirnos el pago por el camping. Cuando tuvimos armadas las carpas y todo más o menos en su lugar, salimos a recorrer el pueblo en busca de carne, pan y huevos para cenar y tener algo al desayuno, sin embargo, por muchas vueltas que dimos al pueblito, no logramos dar con nada. A cambio, aprovechamos el paseo para pasar a cotizar y reservar lugar para ir a las famosas Catedrales de Mármol del Lago General Carrera, un imperdible. A la orilla del lago y frente a la única bomba de bencina está lleno de locales que venden el servicio a $6.000 por persona y que salen durante todo el día, sin embargo, les recomiendo ir durante la mañana porque el sol a esa hora logra entrar por las catedrales y da un color y vista mucho más linda. Después de esto cenamos algo y nos fuimos a lo que yo creo es el único pub turístico de la zona. Queda ubicado al lado de la bomba y estaba recién inaugurándose. Se supone que venden cervezas artesanales, sin embargo, al parecer el éxito de la apertura los dejó sin stock para cuando nosotros llegamos, a cambio nos tomamos un buen Jack para conciliar de la mejor forma el sueño.

DISTANCIA
- Coyhaique – Mañihuales – Coyhaique → 155 km.
- Coyhaique – Puerto Tranquilo → 223 km.
- TOTAL → 378 km.
TIEMPO INVERTIDO
- Coyhaique – Puerto Tranquilo → 06:45 horas
RUTA
- Carretera asfaltada desde cruce hacia Puerto Cisnes hasta Villa Cerro Castillo.
- Considerable precaución en último tramo previo a Cerro Castillo, corrientes de viento extremadamente fuertes.
DÍA 4,
Puerto Río Tranquilo – Glaciar Exploradores – Puerto Bertrand
La planificación de este día consideraba que partiríamos yendo a las catedrales de mármol, luego a glaciar exploradores y finalmente rumbo a Puerto Bertrand. A las 09:30 como habíamos acordado nos encontramos en el local turístico y nos fuimos caminando junto a una pareja de argentinos y otra de israelitas rumbo al bote. Las famosas catedrales de mármol se encuentran ubicadas a pocos minutos del puerto en las orillas del Lago General Carrera, el lago más grande de Chile y el 4to de América del Sur. Son formaciones de Carbonato de Calcio (mármol) que han sido esculpidas en forma de cavernas por el agua del lago. El recorrido duró aproximadamente una hora sin contar los tiempos de llegada e ida, y recorrimos la catedral de mármol, la capilla de mármol y las cuevas de mármol. Los botes suelen meterse dentro de la capilla y algunas cuevas, e incluso si alguien lo desea pueden nadar, aunque después de meter la mano al agua ni se me habría ocurrido pedirlo! Tuvimos la suerte que el día estaba soleado, lo que le daba al agua un intenso color turquesa e iluminaba las cavernas hacia adentro… realmente es un lugar de postal. La vuelta fue considerablemente menos tranquila que la ida ya que empezó a correr el viento y lo que antes fue un tranquilo lago se transformó en sendas olas que a varios nos dejaron estilando. Suerte para nosotros que alcanzamos a visitarlas, ya que apenas llegamos se cerró el puerto y varios quedaron abajo.

Nuestro siguiente objetivo era ir al camino Exploradores que lleva al glaciar del mismo nombre, pero antes, nos preocupamos de desarmar nuestro campamento para dejarlo libre y después no tener que preocuparnos de ordenar tantas cosas, además de descargar 100% las motos para poder maniobrarlas mejor. El camino es fácil de encontrar, quedando ubicado justo al lado del puente por el cual se entra al pueblo. Cuando comenzamos el recorrido sin nada de peso, fue como volver a subirme a mi moto de enduro. Me había acostumbrado tanto a andar cargado, que aunque la moto pesara 180 kg, sin los 40kg extra en equipaje parecía una bicicleta. Nos fuimos jugando con las motos prácticamente todo el camino, pero el momento cúlmine fue cuando llegamos al primer puente. Con Felipe habíamos dicho que no nos íbamos de la carretera sin cruzar un río. No era el gran río, unos 7 metros de ancho y no más de medio metro de profundidad, pero era la excusa perfecta para chapotear un poco en el agua. El primero fue Felipe mientras yo grababa, cruzó increíblemente bien, sin embargo, en un momento pensé que habíamos subestimado la profundidad porque lo vi hundiéndose y rodeado de una cortina de agua que lo empapó por completo. Después de su victoriosa pasada fue mi turno; aceleré entrando al río e inmediatamente un baño de agua fría se me vino encima, y ni mi chaqueta ni pantalón waterproof fueron capaces de evitar que terminara como sopa, y aunque sentía una piscina en mis botas, la experiencia lo había valido por completo.

Mojados como diucas seguimos con los varios kilómetros que aún nos faltaban hasta que finalmente en el km 52 dimos con la entrada al mirador del glaciar. La entrada cuesta aproximadamente $3.000 y tienen otras actividades además cómo caminatas por el glaciar. De botas y ropa de moto subimos los 500 metros de desnivel que tiene el mirador, y que nos tomó unos 20 minutos hasta arriba, donde se tiene una lejana vista del glaciar exploradores. A decir verdad, en lo personal el mirador dudosamente vale los $4.000 cobrados (precio 2020) y más que ver el glaciar en sí, uno ve impactántemente como este ha ido retrocediendo y cada vez se aleja más. Quizá hace 10-15 años el mirador realmente apreciaba el glaciar, pero hoy es poco lo que se alcanza a ver. A pesar de esto, considerando que nuestro paseo más que el mirador era el mismo camino en la moto, la salida había valido la pena un 100%
Para quienes quieran explorar aún más, el camino sigue varios kilómetros más rumbo a al Oeste, pudiendo incluso llegar a una pista de aterrizaje que queda cerca de Bahía Exploradores. Algunos me comentaron que por este camino se llega hacia el sector que recorren los barcos Skorpios, mas no tengo la certeza de que tan cerca se puede llegar al Estero Elefantes, que es por donde pasa la ruta de estos barcos rumbo a la Laguna San Rafael. Probablemente este paseo requiera el día completo, por lo que si alguien se anima y lo hace, cuénteme que tal le va.
A la vuelta veníamos aún más animados manejando las motos y Felipe me pidió que le enseñase algunos tips para maniobrar mejor la moto en tierra. Le di algunos consejos básicos que uno ocupa en el cerro y le dije que se fuese adelante para poder seguirlo y ver qué tal le iba. Llevábamos ya algún rato practicando cuando de pronto se nos vino una curva un tanto cerrada a la derecha y vi como la rueda trasera de mi amigo se bloqueaba y empezó a derrapar de lado a lado. Trató de frenar para salvar una caída, pero no lo logró suficientemente y pasó de largo por la curva, chocando de frente con la zanja lateral y cayendo de cabeza al suelo. No fue un porrazo fuerte por suerte, y me fui directo a ayudarlo, sin saber si reír o preocuparme. Dejé mi moto a un lado y corrí a sacarle la moto de encima y preguntarle qué tal estaba. Al menos hablaba y no se veía nada horriblemente fracturado. La moto solo tenía algunos rasmillones y el intermitente delantero roto, detalles. La moto había caído sobre el tobillo izquierdo de mi amigo y era lo único que le molestaba, porfavor no fuese una fractura! Lo ayudé a levantarse y me explicó que había perdido el control de la moto porque se le había apagado el motor (desde inicios del viaje la moto había empezado con un desperfecto en que al bajar revoluciones se apagaba el motor, un desperfecto en un sensor frecuente en esas Triumph). Más tranquilos, nos subimos nuevamente a las motos y seguimos rumbo a Pto. Río Tranquilo, Felipe esta vez pasando los cambios con el talón porque no podía flectar el pie. Mala cosa considerando que recién era nuestro 4to día de 17.

Cuando llegamos al campamento lo primero que hicimos fue sacar esa bota para que pudiese ver el pie. No parecía fractura pero tampoco era un esguince pequeño. Para rematarla mi querido amigo además era alérgico a los antiinflamatorios, lo que complicaba un poco más las cosas. Se tomó un analgésico, conseguimos algo frío para poner al pie y partí rumbo a la posta a conseguir otros medicamentos para el resto del viaje. Cuando llegué conversamos lo que haríamos; decidimos que viajaríamos de todas formas a Puerto Bertrand ya que se encontraba a tan solo 1 hora, y ahí decidiríamos según como seguía si es que viajaba yo solo a Tortel al día siguiente. Antes de partir eso sí, pasamos a comer unas hamburguesas de cordero a un local nuevo que quedaba ubicado al lado del puente ($6.000 hamburguesa + bebida)
El viaje lo realizamos con el máximo cuidado, ya que a Felipe le costaba bastante pasar los cambios. Cuando llegamos a Bertrand nos acompañaba un poco de lluvia y lo que primero hicimos fue ir en busca de un hostal. Encontramos uno (casa amarilla de dos pisos) que quedaba ubicado en el mismo pueblo, al frente de un terreno eriazo ocupado como cancha de futbol, en donde nos cobraban $7.000 la noche o $10.000 con desayuno incluido. Para quienes busquen algo un poco más turístico, pasando el pueblo (no deben entrar) la carretera continúa bordeando el Río Baker, donde se encuentran varios campings y lodges. Nuestro hostal, si bien no era en lo absoluto turístico, cumplía con todas nuestras exigencia. Teníamos una pieza con dos camas, mesa, podíamos ocupar la cocina y teníamos un mini market cerca, ¿qué más se podía pedir? Una vez que ordenamos todo, dejé a Felipe descansado su pie y me fui a recorrer el pueblo buscando panorama para el día siguiente. La idea era salir temprano a pescar en bote al lago Bertrand y luego partir solo o acompañado rumbo a Tortel, el punto más austral que nos habíamos propuesto llegar. Encontré un par de personas que tenían bote y equipo de pesca, y que cobraban $20.000/hora. Uno ubicado en la misma calle de nuestro hostal (fácil de reconocer porque tiene un cartel afuera) y otro en el único mini market que hay en el pueblo al lado del muelle. Finalmente optamos por una tercera opción que nos consiguió el dueño de nuestro hostal y que nos cobraba $15.000/hora. Lamentablemente no guardé el teléfono, pero preguntando por “Camilo, el profesor de historia”, no debiese ser difícil de conseguir en un pueblo así de pequeño. Aproveché la salida además para comprar algo de comida, huevos para el desayuno, pan y milo en polvo (alimento esencial de mi amigo, no puede sobrevivir sin comerse a cucharadas media bolsa diaria). Volví al hostal cuando el día ya se había acabado y solo restaba comer y descansar para madrugar al día siguiente e ir de pesca.

DISTANCIA
- Puerto Río Tranquilo – Glaciar – Puerto Río Tranquilo → 104 kms.
- Puerto Río Tranquilo – Puerto Bertrand → 61 km.
- TOTAL → 165 km.
TIEMPO INVERTIDO
- Glaciar Exploradores → 02:00 horas
- Puerto Río Tranquilo – Puerto Bertrand → 01:00 hora.
RUTA
- Camino hacia el glaciar en buen estado.
- Camino hacia Bertrand sencillo y en buen estado.
OTROS PANORAMAS
→ Caminata en hielo Glaciar Exploradores $80.000-120.000 (aunque pueden encontrarse más económicos en el pueblo): Gran Patagonia, Go Chile, 99 Aventura,
DÍA 5,
Puerto Bertrand – Tortel – Puerto Bertrand
A las 8 am -como habíamos acordado- nos reunimos con Camilo en el muelle del pueblo. Iríamos en un pequeño bote a motor con cañas de arrastre y cucharas (aunque si lo desean y saben, también pueden pescar con mosca). Hacía un frío y viento que calaba y ninguno de los dos había ido lo suficientemente abrigado… pollos. Llevábamos como 15 minutos cuando el primer pez picó en mi caña, el primero en mi vida la verdad porque nunca antes había pescado algo más que un huiro, por lo que nuestro guía me fue explicando cómo recoger la línea para evitar que se me escapara. Era una trucha arcoíris de unos 35 cm largo y algo así como 1 kilo, nada impresionante pero fue mi primera pesca exitosa! A pesar de que no debía, Camilo me dio la posibilidad de quedarnos la trucha en vez de devolverla al agua como se hace en la pesca deportiva, sin embargo, la vi tan pequeña que dije “la próxima”. Sin duda alguna los otros peces que andaban merodeando deben haber escuchado eso, porque de ahí en adelante no logré sacar ninguno más jajaja. Estuvimos navegando las dos horas acordadas, en una oportunidad picó otro pez más pero se escapó a pocos metros del bote. Felipe tuvo menos suerte. De cualquier forma, con o sin truchas para comer al almuerzo, el paseo, la experiencia y el relajo bastaban para ambos.

Cuando llegamos nuevamente al hostal, acordamos que viajaría solo a Tortel mientras Felipe se quedaba haciendo reposo por el pie esguinzado, le dolía mucho. En otra oportunidad se podría llegar a Tortel e incluso quién sabe si incluso hasta Villa O´Higgins. Preparé mi moto con lo básico más todo lo necesario en caso de emergencias, incluyendo herramientas, desmontadores, compresor, GPS-tracking y hasta la carpa por si pasaba lo peor. Felipe podría saber mi localización siempre que quisiese con el GPS-tracking y si necesitaba algún tipo de ayuda yo podía enviar una señal con este juguetito. Según mis cálculos debería estar de vuelta en Bertrand a más tardar a las 23:30.
Me subí a la moto con esa sensación de nerviosismo cuando manejas solo y en terrenos que no conoces, pero duró lo que me demoré en llegar a la carretera nuevamente. Tenía frente a mí una pista de enduro interminable y nada más de que preocuparme que acelerar. La primera zona comienza bordeando la rivera del Río Baker y sus camping y lodges caros para llegar a los pocos kilómetros a la confluencia de Río Nef con el Río Baker (y de la cual hablaré después). Todo este trayecto hasta Cochrane es rápido y sencillo, tomándome menos de una hora hasta allí, donde cargué bencina y seguí mi camino hacia Tortel. El camino es muy entretenido para las motos, con rectas interminables donde sacar el máximo de provecho a lo que da el motor, sin embargo, para autos es un camino más complejo porque tiene infinidad de calamina y hoyos por doquier. Cuando me faltaban poco para llegar a Tortel me dio la bienvenida una intensa lluvia que me obligo a detenerme, ponerme el traje impermeable y cubrir mis cosas con el plástico que llevaba. Cuando llegué finalmente me percaté que el pueblo no tenía más que una plaza donde estacionar los autos y absolutamente ningún lugar donde poder esconder la moto de la lluvia. Descargué todo lo más rápido que pude y me resguardé bajo un techito para ordenar las cosas y llevar conmigo solo lo necesario. Como no podía dejar las cosas arriba de la moto, decidí que le pagaría unos morlacos a alguien de algún local para que me las cuidase mientras yo caminaba. Estaba en eso cuando de pronto me saludó una niña que estaba estacionada a pocos metros. Era Jani, una chica que andaba con 3 amigas más (Cata, Tutú y Ale) viajando en camioneta y que las habíamos conocido el día anterior mientras subíamos al mirador del glaciar Exploradores. Me acerqué a saludarlas y en eso me ofrecieron usar la camioneta para dejar mis cosas, ¿qué mejor? Lugar donde dejar mis cosas y buena compañía.

Caleta Tortel es un pequeño pueblo ubicado en la desembocadura del río Baker, fundado en 1955 y cuya economía se ha basado en la exportación de Ciprés de las Guaitecas. Tiene la gran peculiaridad de ser un pueblo carente de calles y cemento, ya que está construida casi exclusivamente en madera con pasarelas de Ciprés que remplazan las calles, y está inmersa dentro del bosque, lo que le da un aire completamente diferente a cualquier otro lugar que hubiese visitado antes. No sabría decirles qué más hacer en este lugar más que caminar, disfrutar del paisaje y fotografiar. Al menos fue lo que hicimos nosotros y no puedo decir que haya quedado con gusto a poco. Está repleto de escaleras y pasarelas de madera que le otorgan un aroma especial al lugar. Las plazas son construidas también en madera con grandes techos que cobijan columpios y juegos para niños, y en los muelles se pueden ver las pilas de Ciprés traídas en bote. Nos tomó unas 2:30 recorrer con mucha calma la caleta antes de decidir volver.

Cuando me subí a la moto para volver rumbo a Bertrand había dejado de llover solo hacía algunos minutos. Me despedí de mis nuevas 4 amigas, con quienes habíamos quedado de mantener contacto en caso que siguiéramos una ruta similar, y comencé mi viaje. Debería apurar la marcha si no quería que de pronto me agarrase la lluvia de noche, según mis cálculos que había hecho. El camino de vuelta estaba espectacular, con un grip excelente y adornado por un sendo doble arcoíris en el horizonte. Fue un viaje rápido y agresivo hasta Cochrane, ya que quería evitar manejar mucho de noche, la que solo alcanzó a pillarme en el último tramo entre Cochrane y Bertrand. Al día siguiente me daría cuenta los costos que el viaje habían tenido para mi moto. Mi patente trasera ya no existía y la mitad del cubre carter había desaparecido por los piedrazos, sin embargo, no era el momento para lamentarse, ya me preocuparía en su momento que hacer.
DISTANCIA
- Puerto Bertrand – Cochrane → 59 km.
- Cochrane – Tortel → 116 km.
- TOTAL → 350 km.
TIEMPO INVERTIDO
- Puerto Bertrand – Cochrane → 00:50 horas
- Cochrane – Tortel → 02:30
- Tortel – Cochrane → 01:50
- Cochrane – Puerto Bertrand → 01:00
- TOTAL → 10:00 horas
RUTA
- Camino hacia Cochrane en buen estado pero con varios arreglos en camino. Precaución zonas de bajada porque el terreno está muy suelto.
- Camino desde Cochrane a Tortel en buen estado para motos, pero no para autos. Mucha calamina suelta y gran cantidad de hoyos.
OTROS PANORAMAS
- Caleta Tortel → Isla de los muertos, Glaciares Steffens y Jorge Montt.
- Puerto Bertrand → Rafting (muy tranquilo), Recorridos en bote por Río Baker y Lago Bertrand.
- Cochrane → Reserva Tamango, Lago Esmeralda.
DÍA 6,
Puerto Bertrand – Chile Chico
Antes de dormir el día previo, planificamos que viajaríamos hasta Chile Chico por el día y cruzaríamos en la barcaza de las 16:00 rumbo a Puerto Ingeniero Ibañez para llegar hasta Villa Cerro Castillo o Coyhaique. Nos despertamos tipo 9 am, ordenamos el desastre de cosas desparramadas que teníamos y tomamos desayuno. Cuando eran las 11:30 recién íbamos subiéndonos a nuestras motos. Bastante adecuada la hora considerando que solo nos separaban 140 kilómetros de nuestro destino. Como había tiempo, le sugerí a Felipe que antes fuésemos a ver la confluencia del Río Nef con el Baker, que si bien quedaba a unos 20 minutos al sur (nosotros debíamos tomar dirección norte), me lo habían recomendado mucho. Fue así que partimos en la dirección opuesta y al poco andar ya estábamos en la entrada del sendero, donde tuvimos que dejar nuestras motos y partir caminando (o saltando en un pie para el caso de Felipe). La distancia que separa la entrada del mirador donde se ve la confluencia no es larga, pero sí son varios minutos caminando. En nuestro caso unos 30 minutos de ida y otros más de vuelta, todo para ver cómo dos ríos de diferente color se juntaban. Quizá influyó que estuviese nublado, que nos demorásemos tanto y que por culpa de esto después perdiésemos el ferry, pero la cosa es que ninguno de los dos encontró mucha gracia al mirador. Hoy viendo las fotos y mirando en retrospectiva, creo que con un bonito día soleado, el panorama hubiese sido completamente diferente.

Eran las 13:45 cuando retomamos el camino de vuelta. Pasamos por Pto. Bertrand y seguimos rumbo a la bifurcación que llevaba hacia Chile Chico, y cuyo camino recorre toda la costa sur del gigantesco Lago General Carrera. Es una ruta realmente bonita porque hay partes que literalmente vas bordeando el lago, hay también una laguna color esmeralda preciosa y que si tienen tiempo debiesen bajar a conocer. Lamentablemente nosotros en el afán de no perder el ferry que zarpaba a las 16:00 en punto desde Chile Chico, poco pudimos disfrutar del camino, ridículo, siendo que íbamos hasta allá exclusivamente para recorrer el lago. Cuando llevábamos algo de la mitad del camino nos dimos cuenta que solo con mucha suerte alcanzaríamos a llegar antes de las 4, y devolvernos ya no era una opción porque no nos daba la autonomía. Así, fue que no nos quedó más que ponerle acelerador y rogar que los minutos avanzaran más lento… cosa que como podrán imaginar no pasó, porque cuando llegamos a las 16:05 la barcaza ya había dicho: ¡adiós!

Resignados no nos quedó otra que sentarnos a descansar en la bomba bencina y comer muchos cabshas para pasar la frustración, de hecho, todos los que Felipe encontró y pudo comprar en el punto Copec. Mientras comíamos, tuvimos que decidir qué hacer. Por un lado podíamos volver hasta Puerto Tranquilo, lo cual después de todo ese rato manejando sonaba pésima idea, o quedarnos en Chile Chico y tomar el primer ferry del día siguiente que zarpaba a las 8am. Optamos por la segunda opción, por lo que llamé al mismo carabinero que me había dado los contactos en Pto. Tranquilo y que me había incluso ofrecido prestar su casa en Chile Chico, ya que él estaba en Santiago. Hablé con él y me dijo que fuera a la comisaría donde tratarían de ubicar a la persona que tenía las llaves y que estaba cuidado la casa, y que si no se podía, estaba también la opción de quedarnos en el refugio militar.
Cuando llegamos a la comisaría el cabo sabía perfectamente quienes éramos y porqué estábamos ahí, sin embargo, para nuestra mala suerte la persona que se había quedado cuidando la casa había salido el día previo fuera del pueblo y no regresaría hasta unos días, por lo que la única opción era quedarnos en el refugio militar o buscar algún hostel o campamento, lo cual requería trabajo y cansancio. Nos fuimos al refugio donde nos esperaba el suboficial, quien frente a la llamada de mi paciente, amablemente había hecho algunos arreglos para acomodarnos en una de las piezas, ya que por la época estaba todo lleno. El lugar no era ningún hotel 5 estrellas pero tenía buenas camas y cocina, suficiente para lo que necesitábamos. Una vez todo descargado, partimos a comprar algo para cenar y una rica piscola para la noche.
Después de haber cenado unos reponedores fideos con salsa roja y longaniza -y haber dejado pasado todo el refugio a grasa- nos sentamos a disfrutar una piscolita helada en el momento preciso en que llegó el suboficial y que sin dudar aceptó nuestra invitación a tomarse algo con nosotros. Conversamos un poco de la vida, de que hacíamos nosotros y de porqué él estaba ahí. Nos contó también que cuando joven había sido comando, que había saltado decenas de veces en paracaídas, escalado y otras infinidades de cosas dignas de película. Fue una grata y disfrutada conversación.

DISTANCIA
- Puerto Bertrant – Chile Chico → 140 km.
TIEMPO INVERTIDO
- Puerto Bertrant – Chile Chico → 02:20 horas
RUTA
- Todo el camino que bordea el Lago General Carrera orilla sur está en pésimas condiciones. Terreno muy suelto, viento y curvas peligrosas.
DÍA 7,
Chile Chico – Puerto Río Tranquilo – Coyhaique
El Ferry salía a las 8 am y debíamos madrugar. Como siempre, nunca logramos hacerlo tan temprano como queríamos, sin embargo, estábamos bien con la hora cuando dejamos el refugio. Eran aproximadamente las 07:30 y no nos tomaría más de 10 minutos llegar al embarcadero. Hasta ahora nuestra experiencia había sido excelente: llegar, subirse, que te cobren y partir. Sin duda, no esperábamos encontrarnos con el panorama que había cuando llegamos. Como siempre, una cola infinita de autos anunciaba la llegada al puerto… cola que como era de esperarse nos saltamos sin más. Nos acercamos a la barcaza, de bastante gran tamaño, para darnos cuenta que ya estaba prácticamente la mitad llena, que se apelotonaba la gente peleando por su lugar y que otros 5 motociclistas aguardaban para subir sus motos. No se veía bien la cosa porque parecía ser que habían calculado justo o demás, y algunos autos podrían quedarse abajo, además que a diferencia de otras barcazas esta solo te permitía subir con el ticket comprado. Dejé mi moto y partí corriendo a las oficinas, donde a pesar de hablar con todos y explicar que nuestras motos cabían en cualquier lugar y que incluso podíamos comprar el ticket ($3.550) arriesgándonos a perderlo, la respuesta fue una negativa absoluta. Entre el encargado de subir los vehículos y la vendedora se limitaron a pelotearnos entre uno y otro, delegando responsabilidades y en eso se fue el ferry, incluso habiendo tenido lugar para poder subir las motos. ¡Qué rabia y que impotencia que por la pura mala disposición nos hubieran dejado abajo!
Un poco apestados y sin saber qué hacer, comenzamos a barajar las posibilidades que teníamos. Había otro ferry que salía a medio día y que podríamos tomar. Podíamos cruzar hacia Argentina (después de comprar el seguro que no teníamos) y darle la vuelta al lago por el otro lado o podíamos volver por donde mismo habíamos llegado. Hoy en retrospectiva, creo que de todas las opciones, elegimos la peor de todas, probablemente porque ninguno de los dos andaba de mucho humor para meditar la situación y simplemente agarramos las motos para no perder tiempo. Fue el mismo camino que habíamos realizado el día anterior, pero esta vez con más calma y posibilidad de disfrutarlo, parando a tomar algunas fotos y manejando con más tranquilidad (en especial porque además me percaté ese día que me faltaba más de la mitad del viaje y ya no me quedaba neumático trasero). Fue un largo viaje de 3 horas por un camino que no está en muy buen estado y que tiene zonas bien peligrosas, pero siempre con la hermosa vista del lago a nuestra derecha.
Cuando llegamos a Puerto Río Tranquilo cargamos combustible y nos acomodamos en una de las veredas al lado de la calle para calentar un poco de agua, tomarnos un reponedor café y comernos algún chocolate que encontramos. Estábamos en eso cuando una señora que estaba dentro del auto estacionado frente nuestro, llamó a Felipe para que se acercase. Al parecer se había percatado que solo teníamos una pequeña taza de 100cc para tomar café los dos, y nos quiso regalar un par de vasos de plumavit… quizá después debió sentir un poco de lastima también al vernos sentados en la mitad de la calle, porque además también nos regaló un sándwich completo, y que para comérselo, Felipe tuvo que esperar que la familia se fuera para poder abrirlo y sacarle toda la palta porque al mañoso no le gusta. A quién puede no gustarle la palta?

Más despiertos y con ánimos renovados seguimos nuestro camino con el objetivo de alcanzar Coyhaique, y si bien sabíamos que no llegaríamos temprano, nos fuimos con calma sabiendo que al menos tendríamos la casa de Danilo donde poder llegar. Cuando llevábamos algo así como medio camino rumbo a Cerro Castillo nos encontramos nuevamente con el sitio a orillas del río en el cual habíamos parado hace algunos días a almorzar y decidimos hacer nuevamente una parada ahí. El lugar era bonito, tranquilo, con agua y bien merecía un descanso considerando que nos quedaban varias horas de trayecto. Cuando retomamos el camino, a lo lejos se veía como el cielo cambiaba de un azul intenso, a un gris y blanco que solo auguraba aguacero. Hasta ese momento habíamos sido bastante afortunados y ningún día nos había llovido de verdad (salvo mi ida a Tortel), parecía que este sería el primero que nos pillaría a los dos. Seguimos avanzando y ganando altura hasta que ya las nubes que habíamos visto a lo lejos nos rodeaban por completo, pocos minutos después llegaría la neblina y finalmente la lluvia acompañada de ocasionales copos de nieve. No nos quedó otra opción más que detenernos y sacar nuestros trajes plásticos amarillos de “Bob el constructor”. Parecíamos un par de patos amarillos arriba de nuestras motos, pero al menos llegaríamos secos.

En Villa Cerro Castillo el cielo estaba despejado y las únicas nubes que se veían adornaban los picos -ahora nevados- del cerro que hacía honor al nombre del pueblo. Hubiese sido lindo poder haber coronado esa cumbre, sin embargo, era difícil ya que a las luces de los acontecimientos recientes (la muerte de la Israelita) no estaban permitiendo las ascensiones, sumado a que además no llevaba el equipo necesario conmigo y que Felipe con su pie hubiese tenido que quedarse abajo. Un motivo para volver algún día a ese lugar.

Llegamos a eso de las 8 pm a la casa de mi primo, quien nuevamente nos recibió de maravilla, pero esta vez él no estaría en casa. Como es costumbre, descargamos y nos acomodamos antes de darnos una ducha y comenzar a cocinar algo. Estábamos solos y nos pusimos a preparar unos fideos para reponer energías. En eso, mientras esperábamos que se cocinaran, salimos un rato al patio trasero y yo cerré la puerta tras salir para evitar que se enfriara la casa… craso error. La puerta solo se podía abrir desde dentro y cuando quisimos volver a entrar nos encontramos con la pequeña sorpresa que estábamos atrapados en el patio sin poder entrar a la casa y con una olla hirviendo dentro… segunda vez que veía a Danilo y ya le iba a quemar la casa, shit! Mientras intentábamos abrir la puerta, veíamos cómo la olla ebullía y ya me imaginaba la embarrada que quedaría si se sobrecalentaba mucho la cocina. Por suerte era una cocina eléctrica y se me ocurrió saltarme el muro para cortar el circuito general de la casa. Eso nos dio tiempo para que con un “amarra cables” lográsemos ingeniárnosla y abrir la famosa puerta desde afuera.
Después de este pequeño incidente, que nos costó un buen susto, nos tomaríamos la noche para nosotros, acompañados de la compañía de las 4 chicas que me habían acompañado durante mi recorrido por Caleta Tortel y con quienes hasta hoy mantengo contacto, ya que dos años después de este viaje, me vine a vivir a Puerto Varas, donde 3 de ellas también viven.
DISTANCIA
- Chile Chico – Puerto Río Tranquilo → 201 km.
- Puerto Río Tranquilo – Coyhaique → 223 km.
- TOTAL → 424 km.
TIEMPO INVERTIDO
- Chile Chico – Puerto Río Tranquilo → 03:20 horas
- Puerto Río Tranquilo – Coyhaique → 07:05 horas
- TOTAL → 11:40 horas
DÍA 8,
Coyhaique – Puerto Cisnes – La junta
Nos despertamos tarde, después de haber estado en pie hasta casi las 4am. Danilo ya había partido al trabajo y teníamos la casa sola para nosotros. Mientras tomábamos desayuno, decidíamos nuestra ruta; almorzaríamos en Puerto Cisnes -el pueblo al cual Felipe siempre ha querido irse a vivir cuando viejo- y luego seguiríamos nuestro camino a través del parque Queulat, deteniéndonos en el bosque encantado y siguiendo posiblemente hasta Villa Santa Lucía. La ruta la conocíamos de memoria, ya que era la 4ta vez que la recorríamos gracias a mi incidente con los documentos en Mañihuales y decidimos que nos iríamos por el camino asfaltado para cuidar el poco neumático que le quedaba a mi rueda trasera. Nos tomó solo 1:30 horas llegar hasta Puerto Cisnes, ya que todo este trayecto estaba excelentemente asfaltado, salvo los últimos 15-20 minutos previo a llegar al puerto.
Puerto Cisnes es un pequeño poblado de 2.000 habitantes, ubicado a las orillas de la desembocadura del Río Cisnes y del Canal Puyuhuapi, frente al Parque Nacional Isla Magdalena. Es un pequeño pueblo cuya principal fuente de economía es la pesca artesanal, lo que adorna toda su costa de bellas embarcaciones con variados colores y nombres. Frente a esta, se ubica un famoso restaurant llamado “Guairao” y que ha salido en varias oportunidades en la televisión por sus sabrosos platos de Puyes, un pequeño pez de algunos centímetros de largo (Puyuhuapi significa “lugar de puyes” en mapudungún). Nos sentamos en el local a la espera de una sabrosa entrada de puyes al pil-pil (también lo servían como tortilla), acompañado de un pescado a la plancha para Felipe y una paila marina para mí. El restaurant es un clásico de la localidad y sin duda alguna no pueden irse de acá sin probarlos, aunque no descarto que existan picadas un poco menos conocidas y de mejor relación precio-calidad (platos muy poco abundantes, $12.000 p/p).

Después de un imperdible recorrido por la playa, adornada por sus decenas de botes pesqueros, partimos rumbo al norte. La siguiente parada sería el poco conocido “Bosque Encantado”, que queda ubicado kilómetros adentro del Parque Nacional Queulat y a algunos cientos de metros pasado el “Salto del Cóndor” -que está indicado mediante un cartel a la orilla del camino- yendo en dirección norte. La entrada se encuentra a mano izquierda y pasado una curva a la derecha (si uno va en dirección norte), avisada por un pequeño cartel de madera que solo se ve si uno va atento buscándolo. En esta zona el camino ha sido ensanchado para dar espacio a los autos que se estacionan a un costado, y si llegan a una hora razonable, lo más probable es que se pillen con más de algún auto o van turística, aunque cuando nosotros llegamos a eso de las 18:30 solo había una que al poco rato se fue.
Considerando el pie de Felipe y que la subida al bosque era al menos 1 hora, se decidió que mientras yo subía, él se quedaría abajo haciéndole mantención y algunos arreglos a la moto. Rápidamente me cambie de ropa y salí a recorrer. Probablemente no fueron más de 20 metros los que avancé antes de tener que detenerme y disfrutar el entorno. Nunca había estado en un bosque que generase tanta mística como ese; los colores, la humedad, el musgo adornando cada árbol. Algo había que lo hacía diferente a cualquier otro bosque en el que había estado, tal como si realmente estuviese encantado, y no me hubiese sorprendido que de entre la vegetación saliesen un par de hadas o algún ser mitológico de libro.

Pasada la emoción inicial, recordé que Felipe me estaría esperando y debía ser rápido. Guardé mi cámara y seguí mi camino disfrutando cada paso que daba. Más adentro, el bosque cambió los colores verde claro y la luminosidad, para dar paso a un entorno más verde, más frondoso, más oscuro, por donde el camino ganaba altura a través de escalones hechos en piedra o raíces, y donde el barro jugaba traicioneramente. A los 40 minutos de caminata el bosque se abrió dando lugar a una explanada de múltiples piedras y rocas por donde avanzaba un pequeño río originado del deshielo de un ventisquero que se veía algunos cientos de metros más arriba. Seguí el camino cruzando el río y me interné nuevamente en un sendero, pero esta vez por una zona de vegetación baja, y que me llevó finalmente hasta la morrena que rodeaba la laguna a los pies del ventisquero. La vista desde aquí es realmente preciosa, adornada por una gran laguna, un ventisquero y muchas cascadas.

Después de varias fotografías y disfrutar el paisaje, decidí volver, esta vez con un aire de satisfacción y felicidad por haber tenido la oportunidad de recorrer uno de los senderos más bellos que me ha tocado caminar. De vuelta, la luz ya había disminuido y el bosque lucía un poco más oscuro. Lo más probable, es que a esas horas, fuese el único que recorría el sendero, escenario ideal para… perderme… así es! Venía caminando ya internado en el bosque frondoso y bajando por estos escalones de piedra, barro y raíces, cuando comencé a dudar si la ruta que estaba haciendo era la misma que había utilizado de subida. Algo había que no me resultaba familiar. Si bien el camino se veía bien marcado, habían más ramas que se interponían en la mitad y algo no me olía bien, sin embargo, seguí caminando hasta que ya no pude avanzar más. El camino tan bien marcado se había transformado en solo una huella y la vegetación cada vez más densa no me dejaba seguir. Solo, perdido, en un bosque “encantado”, a punto de anochecer y sin linterna. Ya veía que salía el Fauno. Volví sobre mis pasos, observando cuidadosamente dónde podía ser que había perdido mi camino, hasta que por fin -para mi tranquilidad- logré dar con el desvío que me había jugado la mala pasada y que me dejó nuevamente en el camino hasta la entrada.
Felipe me esperaba abajo tranquilamente, a pesar de que le había dicho que solo me demoraría 1 hora (me tomó en realidad 2:30). Al parecer ya se había acostumbrado a mi afán por la fotografía y por darme tiempos excesivos por esta, por lo que nunca se le pasó por la mente que algo pudiese andar mal. Seguimos nuestra ruta a través del parque, cada vez más oscuro hasta que llegamos a Puyuhuapi, donde paramos en la comisaría a pedir un poco de agua y baño. Cuando retomamos nuevamente la ruta, la oscuridad era total y el camino solo era alumbrado por nuestras motos. Todo un raid nocturno. Avanzaríamos cuanto pudiésemos o hasta que encontrásemos algún lugar adecuado donde acampar, sin embargo, terminó el parque y no dimos con ningún lugar donde pasar la noche, ya que estaba tan oscuro que era difícil visualizar los costados del camino solo con nuestras luces. Tipo 23:00 llegamos a La Junta, un pequeño pueblo que debe su nombre a que por aquí pasa un camino perpendicular a la carretera austral y que une Lago Verde -al Este- con Puerto Raúl Marín Balmaceda -al Oeste-. Entramos al pueblo con la intención de buscar algún lugar dónde acampar, pero el ambiente no se veía para nada seguro. Preguntamos incluso en una casa si podíamos poner las carpas en el patio y pagarle por ello, sin embargo, la respuesta fue un no hostil. Decidimos seguir un poco más allá, cuando pasamos al lado de un conjunto de casas de mejor aspecto y donde un tipo preparaba una parrilla. No perdimos la oportunidad de preguntar lo mismo, quien nos contestó que la casa no era de él, sino que de su hermana, la médico del pueblo. Amablemente fue a preguntarle y luego volvió para indicarnos que no había lugar donde acampar en el pueblo, pero que la noche anterior 3 carpas se habían instalado a pocos metros de donde estábamos, indicándonos el lugar y ofreciéndonos agua en caso que deseásemos quedarnos ahí. No había mucho más que pensar; 11pm, cansados, agua, campamento gratis… ese era nuestro lugar.
DISTANCIA
- Coyhaique – Puerto Cisnes → 217 km.
- Puerto Cisnes – La Junta → 140 km.
- TOTAL → 357 km.
TIEMPO INVERTIDO
- Coyhaique – Puerto Cisnes → 02:50 horas
- Puerto Cisnes – La Junta → 02:30 horas
- Bosque Encantado → 02:30 horas
- TOTAL → 10:30 horas
OTROS PANORAMAS
- Parque Nacional Isla Magdalena → Sin costo de acceso. Acceso vía marítima. Aysen.oirs@conaf.cl / Fonos (067) 2212 225
DÍA 9,
La junta – Villa Santa Lucía – Futalefú
Nos tomamos la madrugada con calma, desde el lugar en que estábamos hasta Futalefú solo nos separaban 140 kilómetros. Tomamos nuestro desayuno de costumbre y mientras estábamos en eso, escuchamos que la gente de la casa del lado comentaba que estaba el camino cortado por una protesta de obreros. Ordenamos todo con aún más calma y esperamos hasta las 12:00, cuando pensamos que la situación estaría mejor. Llevábamos unos 15 minutos andados, cuando a lo lejos vemos un grupo de unas 5 motos más una camioneta detenidos al borde del camino, por lo que decidí que me detendría a saludar y así aprovechar de preguntar en qué condiciones estaba el camino. Lideraba el grupo una KTM 1200 Adventure, acompañado de otras dos KTM y dos BMW, ¡poca cosa las motitos! Me detuve a saludar a quién lideraba la marcha y le pregunté qué tal estaba el camino. La protesta ya había terminado y no había inconveniente alguno. En eso, llega Felipe que se detiene a nuestro lado y dice ¡¿Ricky?! Era ni más ni menos que el famoso Ricky Godoy de Mototemáticos, y mi amigo era el fan número 1 del programa. Creo que Felipe no cabía en su alegría… yo por mi parte, debo aceptar que a pesar de ser un fan de las motos, no lo soy de la TV y por ende salvo haber escuchado alguna vez sobre el programa, nunca lo había visto, sin embargo, me bastó solo una conversación con Ricky para entender el porqué del fanatismo. Nos preguntó sobre nuestro viaje y nos contó un poco sobre el suyo y cómo ir apoyados por la camioneta manejada por su yerno, les había permitido disfrutar al máximo las motos. Nos ofreció algo para tomar y comer, y finalmente nos invitó a grabar una pequeña entrevista para incorporarla en el programa (capitulo 237 por si alguien quiere verlo). Hoy, mientras escribo esta bitácora -a 1 día de su fallecimiento en Isle of Man- siento enormemente la pérdida de un grande, y doy gracias haber compartido esos pocos minutos junto a él y todo su equipo.

Seguimos nuestro camino sin inconvenientes hasta Villa Santa Lucía, si, la villa que posteriormente en el año 2017 sería azotada por un alud gigante y que mataría 21 persona.s Allí nos detuvimos a recorrer un poco. Es un pequeño pueblito cuyo principal atractivo a mi parecer fue una pequeña y linda iglesia de pueblo, adornada por cerros nevados a sus espaldas e infinidad de árboles. Dimos una pequeña vuelta, mientras éramos detalladamente observados por quienes vivían ahí, y luego tomamos el camino que se encuentra al lado del pueblo y que lleva rumbo a Futalefú y Palena. El camino es gran parte en subida, muy bonito y adornado por el lago Lonconao casi llegando al pueblo. Cuando llegamos, nos sorprendió lo bello del lugar y lo bien organizado en comparación al resto que habíamos visto… una gran y bien cuidada plaza al centro y a su alrededor las construcciones de carabineros, el banco, la iglesia, el principal supermercado y varias empresas turísticas. Realmente se notaba que era una ciudad por y para el turismo, lo que daba muchísimo gusto. Mientras recorríamos, paramos a preguntarle a una chica que caminaba por la calle, qué nos recomendaba para acampar y nos mandó a un camping que quedaba justo antes del puente antes de entrar al pueblo, llamado “Camping Los Coihues”. Era un lugar amplio, con orilla de río, harta vegetación y con muy buen ambiente, tanto de la gente que se veía acampando como de los que cuidaban el camping (puros chicos de nuestra edad). Pagamos los $4.000 p/p y pasamos a armar nuestras carpas… una vez que todo estuvo ok, agarré la Triumph y partí a comprar algo para la noche; una piscola (que sorprendentemente me salió más barata que en Santiago), hielo, pan -por los cuales recorrí cuanta calle encontré- y por último unos buenos pedazos de entraña en la única carnicería que tenía abastecimiento y por las cuales pagué apenas $4.300/kg, dado que probablemente el que me la vendió no tenía la más remota idea de qué tipo de carne era! Ya con todo en mano, comenzamos a hacer el fuego para preparar nuestro asado, acompañados de un buen trago bien merecido. Un poco más tarde llegaría a ese mismo camping mi hermana junto a varias amigas que también estaban recorriendo la carretera en jeep y camioneta.

DISTANCIA
- La Junta – Villa Santa Lucía → 70 km.
- Villa Santa Lucía – Futalefú → 79 km.
- TOTAL: 149 km.
TIEMPO INVERTIDO
- La Junta – Villa Santa Lucía → 01:30 horas.
- Villa Santa Lucía – Futalefú → 01:30 horas.
RUTA
- Desde Villa Santa Lucía a Futalefú camino de ripio en buen estado.
PANORAMAS
- Rafting → aprox $50.000 half day – $90.000 full day: Patagonia Elements – Condorfu – Natour – Ayacara
- River Bug → $30.000 (Río Espolón): Bochinchex – Orígenes Patagonia
- Cabalgatas → ±$15-20.000/hora. Consultar por Anthon, Erwin o Marvin en informaciones.
DÍA 10,
Futalefú
Comenzamos el día sin saber mucho lo que iríamos a hacer. El rafting por lejos era lo que más me llamaba la atención, pero además de parecerme una locura cuanto cobraban (es el rafting más caro de Chile), mi hombro izquierdo -que me he luxado como 10 veces haciendo deporte y que me operé a los pocos meses después de este viaje- me dolía al punto de tener que pedirle ayuda a Felipe para ponerme la chaqueta de la moto. Otra opción era hacer cabalgatas, sin embargo, debíamos ir a consultar primero a informaciones porque no teníamos ningún contacto.
Mientras ordenaba un poco mi desastre, esperé que dieran las 10am para que abriera informaciones y partí a averiguar algunos contactos para cabalgatas en la oficina y con algunos gauchos que pillé en el pueblo. Aproveché además de ver algunas otras opciones de rafting diferentes de la empresa Patagonia Elements que nos ofrecieron en el camping (al parecer la más famosa). Cuando volví, mi hermana con sus amigas ya estaban en pie y les planteé las posibilidades para ver si hacíamos algo juntos. Se dieron un sinfín de vueltas antes de tomar alguna decisión (aunque no esperaba menos para un grupo de 7). Finalmente optaron por hacer el rafting, ya que era básicamente a eso a lo que habían venido, y si bien me moría de ganas de ir también, después de darle hartas vueltas opté por la sabia decisión de abstenerme y dejarlo para otro viaje a futuro, ya que aún me quedaban 6 días de travesía y la situación con mi hombro no se veía del todo bien (después me enteraría que tenía una pequeña fractura de 12mm). Felipe por su lado, tenía las cosas claras, quería quedarse en el camping y pescar en el río. Luego de desayunar, acompañé a mi amigo un rato al río a intentar pescar algo, sin embargo, la suerte con los peces nuevamente no estaba de nuestro lado. Un poco frustrado y algo inquieto por moverme, decidí finalmente agarrar mi moto y partir rumbo a la “Piedra del Águila”. Este es un trekking que queda saliendo del pueblo hacia el Este, bordeando el río Espolón, para luego tomar un camino a mano derecha que te deja a pasos de donde comienza el sendero. La primera parte es recomendable hacerla en auto o moto, ya que no es más que camino y no vale la pena el tiempo invertido. Seguí con mi moto por aquí, hasta que llegué a una reja que estaba abierta y se podía seguir. Al andar me encontré con el camino donde realmente empezaba el trekking, un antiguo camino de autos en subida, con varias curvas y en bastante mal estado, aunque transitable en un buen 4×4 o bicicleta. Dejé mi moto estacionada en esta zona, ya que a pesar de que me tentaba muchísimo subir con ella, de seguro hubiese terminado en el piso considerando la nada que me quedaba de neumático. La subida la hice acompañado de un tipo que era fotógrafo y que iba junto a su familia. Fue una grata compañía a través de un trekking que tenía más la pinta de ser camino jeepero que trekking mismo. Aproximadamente a los 40 minutos nos encontramos con una cerca de madera cerrada, por la cual solo podían pasar personas y que te llevaba a lo alto de una roca en forma de punta, a la cual fácilmente se podía escalar y tener una vista magnifica de los valles.

Cuando volví al camping, me encontré con que nuestros vecinos de carpa, Thomas y Javi, estaban preparando sus cosas de pesca… decidí ir a probar suerte con ellos un rato. Cruzamos al otro lado del río donde se veía un buen lugar para intentar y empezamos a lanzar. Mientras yo utilizaba un pedazo de madera para enrollar el nylon (tipo lata de nescafé) y jugar a que pescaba, mi colega Thomas se daba su tiempo y dedicación completa a lanzar con mosca. De una u otra forma el resultado fue el mismo; después de 1 hora ambos volvimos al campamento con las manos vacías. Después de nuestra infructuosa empresa, nos juntamos con Felipe y comimos algo juntos antes de partir junto con mi hermana y sus amigas a una gran fogata que habían armado los chicos del camping, con quienes compartiríamos una grata noche junto a la guitarra.

DÍA 11,
Futalefú – Alto Palena – Chaitén
La ruta que nos esperaba el día de hoy no era larga. De Chaitén solo nos separaban poco más de 150 kilómetros, sin embargo, la autonomía de nuestras motos en ese momento no nos permitía tal lujo, ya que habíamos olvidado cargar bencina en La Junta, y Villa Santa Lucía no contaba con bomba. La opción más rápida -de seguro- era comprar bencina en botellas ahí mismo en Futalefú (a casi el 200% del valor normal), sin embargo, decidimos que en vez de eso viajaríamos hasta Alto Palena a cargar bencina y aprovecharíamos de conocer. Por esta razón, nos despertamos más temprano de lo común y a las 9am comenzamos nuevamente nuestro viaje. El camino era muy similar al que recorrimos rumbo a Futalefú, estaba en excelentes condiciones y nos topamos con poquísimos autos (Palena no es tan turístico). Cuando llegamos, la moto de Felipe ya estaba casi sin bencina… no hubiese sido ninguna gracia remolcarlo por camino de tierra y así de cargados como estábamos. Cargamos bencina con una antigua máquina analógica, y ya estando ahí nos tomamos un pequeño descanso. Fuimos a dar una pequeña vuelta por las principales calles y la plaza central, desde donde se ve en dirección Este un cerro con una bandera chilena y que según el caballero que nos cargó combustible, desde arriba se puede ver el pueblo fronterizo de Argentina (me cuentan si lo suben). Para aquellos que gusten de la pesca, probablemente este es uno de los buenos lugares que deberían visitar, ya que es una de las zonas poco explotadas de la carretera austral y tiene varios ríos y lagos cercanos. Otros fuertes de la zona son también el trekking y las cabalgatas por los valles rumbo al Lago Palena y Lago verde, ubicados hacia el Sur y para los cuales se requiere contar con varios días para la expedición.
Aproximadamente a las 12:15 estábamos nuevamente en Villa Santa Lucía y listos para recorrer uno de los caminos más bellos de nuestro viaje. No sé si fue por el clima o quizá por la prisa, pero cuando manejamos esta misma ruta desde Chaitén a Villa Santa Lucía, no logré apreciar lo bella que era. En cambio de vuelta, había llovido hace muy poco y la tierra del camino aún estaba húmeda y con pequeñas posas de agua por doquier, que disfruté chapoteando con la moto una tras otra a lo máximo que daba la moto. Aún siento la humedad, el olor a lluvia en el aire y veo el bosque completo adornado por una neblina baja que le daba un toque místico al camino… difícilmente podré olvidar la gratificación que sentí en ese momento de encontrarme allí.
Pocos kilómetros previos a Chaitén, una carretera asfaltada en excelentes condiciones nos avisó la proximidad de nuestro destino. Allá nos esperaba un gran amigo mío de la universidad, Vitto Gedda, que en ese entonces estaba de médico general del pueblo. No lo veía hace casi un año y fue muy grato poder encontrarse con un amigo así tan lejos de casa. Nos recibió en su hogar como si fuese nuestro, una gran casa de dos pisos que estaba remodelando hace poco y donde se notaba cada detalle que había puesto en ella. Nos pasó una pieza a cada uno y entregó la cocina a nuestras manos para que almorzásemos algo mientras él volvía al consultorio. Moríamos de hambre después del largo viaje, así que mientras esperábamos que se horneara la pizza que comeríamos, nos vimos en la obligación de realizar en infaltable “tour de los frascos”, como le llama Felipe. Mayonesas artesanales de 6 tipos distintos, nutella, miel de ulmo, miel de abejas, mermelada de rosa mosqueta, mermelada de no sé qué y otra infinidad de frascos que ya ni recuerdo, todos cuchareados cuidadosamente y sin excepción alguna, ¡el tour de los frascos no perdona! (Lo siento Vitto jajaja!! algún día te tenías que enterar). No todo podía ser tan bueno eso sí. En todo este proceso de llegar e instalarnos, dos problemas nada esperados se no vinieron encima. Lo primero y más terrible, fue enterarme de que en algún punto del viaje entre Villa Santa Lucía y Chaitén había perdido mi invaluable -sentimentalmente hablando- carpa que me había acompañado desde el 2011 en cada viaje y excursión que hice. No era una carpa barata y el valor sentimental era harto, por lo que no pude evitar el pensamiento de ir buscarla, sin embargo, era buscarla a lo largo de 80 kilómetros sin la certeza de saber dónde estaba, si alguien la había tomado ya, y donde podría perder fácilmente 3 horas, significando que también perdería la oportunidad de conocer el volcán Chaitén. Luego, me enteraría por una foto el lugar exacto donde la había perdido y mi idiotez de no haberme percatado que justo cuando la tomé, la carpa estaba a solo una amarra de caerse. Lo segundo que nos percatamos, fue que el neumático trasero de Felipe estaba pinchado. Calculo que aproximadamente debo haber cambiado unos 100 neumáticos de moto previamente (así me ganaba parte de mi dinero durante la universidad), por lo que cambiarlo en sí no era problema, sin embargo, estaba extremadamente justo de tiempo si pretendía subir el volcán y luego alcanzar a volver con luz para los siguientes panoramas que nos tenía planeados Vitto. Debe haber sido el cambio más express que he realizado alguna en mi vida. En 5 minutos estaba la rueda afuera y cambiada, justo para cuando Vitto llegaba del consultorio para partir rumbo al trekking.
Para llegar al camino del famoso volcán Chaitén tuvimos que agarrar el jeep y avanzar algunos kilómetros al Norte pasado el aeródromo. El camino tiene la peculiaridad de que pasa por el borde de la pista de aterrizaje y que cuando aterrizan o despegan aviones se cierra el paso, cosa que nos pasó a nosotros. A 10 kilómetros del aeródromo se encuentra una explanada a la derecha del camino -ocupada para estacionar- y desde donde parte el trekking (sin costo). La subida nos tomó 1 hora (a ritmo rápido), subiendo por un paisaje entre devastador y alucinante. Adornaban el paisaje cientos árboles de hasta metro y medio de diámetro quebrados como si hubiesen sido palitos de fósforo, enormes zocabados dejados por el alud y un río gigantesco de troncos muertos. Todo esto acompañado de un cielo nublado y lluvia que no podrían haber hecho más honor al lugar. Cuándo llegamos arriba, nos encontramos ni más ni menos que con uno de nuestros profesores del hospital, menudo lugar para pillarse con alguien ¿no?. Desde el mirador se tenía la vista desde lejos del volcán y sus fumarolas, sin embargo, no hay camino hacia él. Probablemente porque para poder llegar, primero había que descender como 200 metros por una quebrada y luego subir por la ladera del volcán procurando no pasar sobre -ni caer dentro- de alguna fumarola. Evidentemente en ese momento no disponíamos ni del tiempo o equipo para llegar, sin embargo nos propusimos que la próxima vez que estuviese ahí iríamos preparados; tarea pendiente!



Una vez de vuelta en Chaitén nos encontramos a Felipe afuera de la naviera austral intentando consultar algunas dudas que teníamos respecto al viaje rumbo a Quellón del día siguiente, pero lamentablemente justo había cerrado. Hicimos cambio y me subí a la moto para que fuéramos a recorrer la playa. Antes de la erupción del volcán, la costanera se encontraba, como toda costanera, a pocos metros de la playa y el mar, sin embargo, hoy la separan unos 300 metros del agua, ya que la enormidad de sedimento que cayó elevó el nivel del suelo marítimo y empujó el mar hacia adentro, ¡es realmente impresionante! Nuestro tour guiado por Vitto siguió luego por toda el área del pueblo aún devastada por la erupción del 2008. Era impactante ver como las casas habían quedado casi cubiertas por completo en cenizas, otras levantadas desde sus cimientos y el colegio destrozado a la mitad por el cambio del cauce del río… Mientras recorríamos, nos acompañaba un día oscuro, con nubes negras y lluvia, dandole un merecido toque melancólico al pueblo, haciendo divagar tu mente hacia los días de horror que se vivieron allí.
Cuando terminamos de paera, solo nos quedaba comer algo antes del gran final. Fuimos a la pizzería “Reconquista” que era el local de una amiga de Vitto, donde comimos una pizza y una pizempanada acompañadas de la excelente cerveza artesanal Futalefú ($8.000 p/p), y luego partimos a lo que habíamos estado esperando todo el día… una tinaja de madera con agua calentada por leña y vista a Chaitén en el “hotel Mi Casa”, cortesía del dueño amigo de Vittorio. Sí, ser el médico del pueblo trae grandes beneficios. Luego de ese relajo, solo faltaba llegar a acostarse y descansar para continuar nuestro rumbo el día siguiente a Quellón.

DISTANCIA
- Futalefú – Palena → 72 km.
- Palena – Chaitén → 163 km.
- TOTAL → 235 km.
TIEMPO INVERTIDO
- Futalefú – Palena → 01:30 horas.
- Palena – Chaitén → 02:30 horas.
RUTA
- Futalefú a Palena → Camino de ripio muy bueno. Sectores incluso de tierra compactada.
- Villa Santa Lucía – Chaitén → Camino en buen estado pero con abundante calamina.
OTROS PANORAMAS
- Palena y sus panoramas
DÍA 12,
Chaitén – Quellón – Castro
El ferry se suponía que partía a la 10 am desde el puerto de Chaitén, obligándonos a madrugar para cargar todo nuevamente como lo hacíamos día a día. Nos despedimos de Vitto y le dimos las mil gracias por el gran anfitrión que había sido con nosotros, y comenzamos a armar todo. A las 09:40 habíamos llegado al puerto, donde nos encontramos con dos motoqueros más que andaban arriba de unas KLR arrendadas a Tomas Kastergl, de Ride Chile. Eran un par de canadienses, Byran y Alex, que habían viajado desde Santiago hasta Chaitén y ahora iban de vuelta ¡no podía creer que se hubiesen perdido la mejor parte de todo el viaje! Pollos. Casi siendo las 11am llegó el ferry, un gran barco llamado “Don Baldo” donde fueron subiendo todos los vehículos y finalmente nuestras motos para comenzar nuestro viaje rumbo a Quellón 2 horas más tarde de lo previsto.

Nuestro plan inicial era llegar a Chiloé, recorrer Quellón para luego avanzar, conocer Castro y seguir hasta donde nos pillara la noche, sin embargo, no contábamos que al llegar a las 15:45, la marea estaría tan baja que no nos permitirían sacar los vehículos hasta las 9 de la noche. Nadie estaba feliz con la situación, pero al menos, la naviera había facilitado buses desde el puerto hasta el centro del pueblo, lo que al menos nos daba la oportunidad de recorrer un poco y almorzar. Preguntando llegamos a un famoso restaurant llamado “La Picá del Guatón”. De picada sí que tenía harto, no por el ambiente (que parecía de un restaurant normal), sino que por los precios y tamaño de los platos. Estábamos muertos de hambre y comimos como cerdos. Partimos pidiendo una porción de papas fritas ($1.000) acompañado de una entrada de almejas al pil pil y otra con salsa verde ($4.000 c/u). Al terminar todo esto, yo ya estaba casi satisfecho, pero no podía dar marcha atrás porque ya habíamos pedido con anticipación los platos de fondo; un chupe de jaibas gigante y exquisito para mí ($4.000) y un pescado con acompañamiento para Felipe ($4.300). Sin dudas fue un exceso… Apenas nos movíamos al salir del restaurant camino a la agencia para esperar el bus que nos llevaría de vuelta al barco.
En el puerto tuvimos que esperar otro tanto más, y hasta dormí una siesta antes de que nos avisarán que por fin se podrían sacar los vehículos. Contratiempos nada inusuales cuando uno está en este tipo de viajes. Hacia Castro nos pilló la noche en el último tramo, y decidimos acampar en uno de los primeros lugares que vimos llegando al pueblo. El camping “Santa Elba” quedaba ubicado casi 1 kilómetro antes de llegar al primer puente y 3 kilómetros antes del casino. Nos costó $2.500 por persona y si bien no era wow que camping, era barato y tenía lo suficiente para pasar una noche ahí. Armamos la carpa de Felipe (recordad que la mía la perdí el día anterior) y comimos lo que nos había quedado y no habíamos podido tragar a la hora de almuerzo. ¡Todo un gustito para estar de camping! Después de eso, siendo un poco pasadas las 11:30 pm agarré mi moto y mi cámara para ir a fotografiar los famosos palafitos nocturnos. Fue realmente un acierto y se lo recomiendo a quien quiera que pase por Castro, aunque sea solo para ir a pasear, ya que a estas horas la marea está alta y los palafitos tienen agua. Esa noche estuve tomando fotos hasta las 02:30, cuando el cansancio ya me ganó y me obligó a tener que regresar y dormir algo.

DISTANCIA
- Quellón – Castro → 113 km.
TIEMPO INVERTIDO
- Chaitén – Quellón → 03:30 horas
- Quellón – Castro → 00:45 horas
RUTA
- Carretera asfaltada
OTROS PANORAMAS
- Parque Pumalín → Trekking, Termas de Amarillo
DÍA 13,
Castro – Ancud – Chacao – Puerto Montt – Puerto Varas
Salimos del camping a las 9am rumbo al pueblo para recorrer. Lo primero que hicimos fue pasar a ver los palafitos que durante la noche había estado fotografiando y que tenía muchísimas ganas de ver con sol para tomar alguna foto entretenida, mas cuando llegamos, mi decepción no pudo ser mayor. Los palafitos que la noche anterior flotaban sobre el agua, hoy en la mañana estaban completamente secos! No había ni una sola gota de agua bajo de ellos y todos los botes que la noche anterior flotaban, hoy descansaban quietos sobre el lecho marino. Tomé mi cámara y de todas formas bajé a tomar algunas fotos desde donde horas antes no podría haber caminado. De una u otra forma, con o sin agua seguía siendo un lugar fantástico y único que merecía todo el largo viaje hasta aquel lugar. Y de cualquier forma, era emocionante ver cómo podía cambiar tanto la marea.

Luego de un buen rato paseándome y

tomando fotos, retomamos nuestro camino rumbo al centro de la ciudad. Queríamos recorrer un poco y entrar a la conocida iglesia San Francisco ubicada en la plaza de armas. Esta iglesia construida en 1912 y declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, es probablemente la más famosa de todo Chiloé. La entrada es liberada y realmente vale la pena darse el tiempo de conocerla, porque es muy especial y distinta a las iglesias que uno está habituado a ver, partiendo por el color. Terminada nuestra visita a la iglesia y los alrededores del pueblo, retomamos nuestra ruta hacia el norte rumbo a Ancud. En el camino se encontrarán con varios lugares que pueden visitar para conocer las iglesias de Chiloé (existe incluso una ruta de las iglesias), sin embargo no estaba dentro de nuestros planes y seguimos de largo hasta nuestro destino. Ancud es un poblado de 40.000 habitantes, el segundo más grande después de Castro y famoso por sus fortificaciones. Cuando llegamos era justo hora de almuerzo, así que dejamos nuestras motos en la bomba bencina frente al mercado para que les echaran un ojo y partimos en busca de alguna picada. Pillamos una en la mitad del mercado llamada “Restaurant mi Casa”, donde nos pedimos un buen jardín de mar ($3.000) y un curanto para cada uno ($4.000). Tengo que reconocer que a pesar de vivir en Chile desde siempre, este fue el primer curanto de verdad que probé en mi vida, ¡y estaba delicioso!
Una vez que terminamos de almorzar, volvimos en busca de nuestras motos y que para nuestra tranquilidad estaban tal cual como las habíamos dejados unas horas antes. Recorrimos un poco la ciudad, la plaza de armas y algunas calles para luego partir rumbo al Oeste bordeando la costa norte de Chiloé. Nuestro destino era Chacao que queda al Oeste, pero decidimos recorrer un poco el sector. Avanzamos varios kilómetros, anduvimos en la playa misma y luego después de un rato decidimos volver para que no se nos hiciera tan tarde. Chacao quedaba a solo 33 kilómetros, por lo que casi ni nos demoramos en llegar hasta el ferry que nos dejaría nuevamente en el lado continental, específicamente Pargua. Este es un transbordador que sale regularmente cada 30 minutos y donde no es necesario reservar. Nos costó $6.700 por cada moto/pasajero y demoró unos 20-25 minutos en llegar a destino.
Ya de vuelta sobre el continente debíamos decidir nuestro destino final. Sabíamos que una amiga muy querida de algarrobo -Jesu Calvo- estaba viviendo desde hace algún tiempo en Puerto Varas y nos había invitado a verla. No había ninguna posibilidad que rechazásemos tal invitación, sin embargo, no teníamos muy claro qué haríamos después y hasta dónde llegaríamos manejando. Los días se nos acababan y aún debíamos pasar a la casa del hermano de Felipe, y yo por otro lado aún tenía en mente que quizá nos alcanzaba el tiempo para pasar por el Parque Nacional Conguillio, del cual me habían hablado maravillas. De una u otra forma, como siempre el camino lo decidiríamos al andar, por lo que partimos rumbo al Norte sin otro plan más que visitar a nuestra amiga.
Nunca había estado en Puerto Varas, y salvo los comentarios de la gente que decía que era muy lindo, poco más sabía. Probablemente por ese motivo, es que cuando entramos y me encontré con todas estas construcciones de madera con preciosas fachadas, la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús (patrimonio nacional), el lago Llanquihue con su volcán Osorno de fondo y la plaza repleta de turistas, es que no pude dejar de sorprenderme y enamorarme de la ciudad. Realmente es un lugar donde dan ganas de vivir, hoy mientras subo esta bitácora a la web, lo hago desde la terraza de mi departamento con la vista al lago Llanquihue y los volcanes! Cuando por fin nos encontramos con la Jesu en la plaza, fue una alegría gigantesca verla después de tanto tiempo y tan lejos. Dejamos nuestras motos y nos sentamos a tomar algo en la heladería Cassis que queda ahí mismo en la plaza, donde conversamos un largo rato de nuestro viaje y de cómo iban las cosas por allá en su nueva ciudad. Infaltable fue la invitación de nuestra amiga a que nos quedásemos ese día y noche con ella allá. Fue así, que nos indicó cómo llegar a su casa y nos pasó las llaves mientras ella volvía al trabajo a terminar algunas cosas pendientes antes de poder escaparse.
Siguiendo la ruta indicada nos fuimos bordeando el lago hasta que logramos dar con la casa, una construcción fantástica ubicada en una parcela enorme, y que después me enteraría que la había construido un muy buen amigo del mundo de las motos… ¡las coincidencias de la vida! Cuando entramos recibimos la bienvenida del Sr. Miyagi, el guardián de la casa. Como siempre descargamos nuestras cosas e inmediatamente nos dimos una reconfortante ducha mientras esperábamos que llegase nuestra amiga, a quien recibimos a eso de las 8 pm y partimos los 3 en la camioneta al supermercado para abastecernos de buena carne y bebestibles para el asado de la noche. Excelente noche con comida por montón, cachos, juegos de carta, buena conversación y para finalizar nos fuimos a seguir celebrando al Club Orquidea en el centro del pueblo, donde nuestra amiga tenía buenos contactos en la barra. ¡Tan buenos, que cuando pedimos 3 shots de Jagger, en vez de esto nos sirvieron un vaso piscolero lleno y nos regalaron una red bull! ¡Noche redonda!

DISTANCIA
- Castro – Chacao → 116 km.
- Chacao – Puerto Varas → 79 km.
- TOTAL → 195 km.
TIEMPO INVERTIDO
- Castro – Chacao → 03:00 horas
- Chacao – Puerto Varas → 01:10 horas
RUTA
- Carretera asfaltada
OTROS PANORAMAS
- Ruta de las Iglesias
- Parque Tantauco → Un imperdible que me perdí.
DÍA 14,
Puerto Varas – Villarrica
Hoy no había el más mínimo apuro. Estábamos a 300 kilómetros de Villarrica por carretera asfaltada y más que descansar no eran muchos los planes al llegar allá. Habíamos decidido desde el comienzo del viaje que pasaríamos al menos 1 día a la casa del Jose – hermano de Felipe- a saludar y darnos un buen descanso antes del agotador viaje rumbo a Santiago. Despertamos a tomar un exquisito desayuno en familia (huevos con salmón y otras exquisiteces) mientras veíamos afuera como empezaban a caer algunas gotas amenazantes. Pretendíamos salir tipo 11:30 am, mas a esa hora, esas gotas pretenciosas, se habían transformado en una cortina de agua de las que solo conoces si has estado alguna vez en el Sur. Nos aguantaríamos una horita para ver si mejoraba y mientras, jugaríamos cartas para pasar el rato.
Pasó la hora y la lluvia no paraba. Estábamos en el Sur y si seguíamos esperando que las condiciones mejorasen, podíamos estar la tarde entera, pero más importante aún; no podíamos terminar nuestro viaje sin que al menos una vez nos hubiese llovido torrencialmente. A decir verdad, me sentía como niño de 3 años que lo único que quería era chapotear en el agua. Nos equipamos con nuestros trajes plásticos de pato y partimos. Es verdad que esperaba mojarme, sin embargo, nunca pensé que quedaría empapado como salido de piscina en el primer minuto bajo el agua. La chaqueta se portó bien dentro de todo, aunque poco sirvió, ya que el agua se metía por el cuello y me corría entre el cuerpo y la chaqueta como si alguien me hubiese dado vuelta un balde adentro. El casco para que decir; pasaron solo unos minutos para que la doble mica se llenara de agua y se formase literalmente una “piscina” que me impedía ver por completo. Sin duda, fue el viaje más rudo que nos tocó realizar; empapados, muertos de frío y manejando por una monótona autopista que no terminaba nunca!
Fue un alivio cuando por fin llegamos al condominio y nos deshicimos de toda esa ropa mojada para luego vaciar el refrigerador y darnos una reponedora ducha. Ese día fue simplemente de descanso y de hacer nada hasta la noche, cuando nos juntamos con los primos de Felipe y fuimos a Pucón a comer algo al “Volcan Burguer” (no lo recomiendo) y luego a jugar “Tomanji” como solía hacer en mis viejos tiempos.

DISTANCIA
- Puerto Varas – Villarrica → 295 km.
TIEMPO INVERTIDO
- Puerto Varas – Villarrica → 04:30 horas aproximadamente
RUTA
- Carretera asfaltada.
OTROS PANORAMAS
- Ascensión volcán Osorno → Recomiendo por lejos a mi amigo Miguel Villarroel para la ascensión. Guía de montaña reconocido y de mi total confianza. Avísenle que van de mi parte (o de la web) para que les haga una atención! Guías Pioneros
- Saltos de Petrohué – Parque Nacional Vicente Pérez Rosales
DÍA 15,
Villarrica
Nos despertamos con la esperable caña del día anterior. Nada terrible para mí aunque para Felipe no sé si podría decir lo mismo (debe ser la edad). Tomamos un buen desayuno y esperamos a que todos estuvieran despiertos para agarrar los equipos y partir a esquiar al lago un rato. No me subía al esquí acuático o wakeboard desde hace unos dos años y no estaba muy seguro si realmente lo debería hacer. Mi hombro izquierdo estaba horriblemente inestable al punto de llegar a dolerme, y una luxación significaba no poder manejar la moto de vuelta hasta Santiago. Siendo sensato y responsable, tomé la sabia decisión de ser responsable y … skiar. No hay caso.
Nos embarcamos en la lancha con el hermano de Felipe, su hijo con amigos, Felipe y yo. Sería el fotógrafo hasta que todos hubiesen esquiado, para no aguarle la fiesta a nadie en el peor de los casos que me pasase algo a mí. Debo aceptar que a lo menos estaba un poco nervioso y no estaba realmente seguro si debía hacer lo que estaba haciendo, pero ya estaba en el agua y no iba a dar marcha atrás. Sabía que con el brazo así no había ninguna posibilidad de salir en un esquí, por lo que partí con los dos para luego botar uno. Me costó 3 intentos soltarlo y mantener el equilibrio, sobre todo por miedo a los tirones que me podía dar la lancha, pero finalmente lo logré. Extrañaba esa sensación sobre el agua… tarea cumplida!
Ya de vuelta nos esperaba unas contundentes hamburguesas a la parrilla que repusieron cualquier energía perdida y luego un merecido descanso antes de continuar con mis planes. Desde que comenzamos el viaje, Felipe me habló de quedarnos en la casa de su hermano y recorrer la ruta que daba la vuelta al volcán Villarrica a través del parque nacional Villarrica. Le propuse la idea a mi amigo, que a pesar de que aún tenía el pie un poco adolorido, ya al menos podía manejar y caminar mejor, sin embargo, no vi mucho entusiasmo, y prefirió abstenerse esta vez.
Tracé la ruta en el mapa con las indicaciones de Felipe y calculé más o menos los tiempos, considerando que eran las 16:00 estimaba que debería estar a más tardar a las 21:00 de vuelta. Ya que no tenía señal de celular al lugar que iba, en caso que no volviese mi amigo partiría a buscarme. Inicié la ruta rumbo a Lican Ray y luego hacia Coñaripe, camino asfaltado y de fácil manejo. En Coñaripe tomé el camino de tierra que lleva hacia las famosas termas geométricas y comencé el ascenso por un camino que está en muy buen estado, pero en el cual varias veces me encontré con algún auto de frente. En el sector hay varias termas, sin embargo, las más conocidas son las Geométricas. Cuando me crucé con el desvío a estas, decidí que probaría suerte y cambie la ruta. Decían que eran muy bonitas y valía la pena intentar entrar aunque no fuese a bañarme. Cuando me asomé por la ventanilla vestido de moto y con el casco en la mano, la chica encargada de cobrar pareció sorprenderse un poco frente a mi pregunta si podía entrar. Le conté que llevaba viajando 15 días por la carretera austral y que las termas habían quedado en mi camino y si bien mi intención no era gastar el día ahí, tenía muchísimas ganas de conocerlas. No sólo me dejó pasar, sino que además me cuidó el casco y mis cosas mientras yo entraba, ahorrándome el costo de entrada, y que lógicamente tampoco hubiese pagado. Las termas consisten en varias piscinas naturales de agua caliente unidas por varias pasarelas de madera, con una linda cascada de agua de deshielo y un restaurant. Adentro estaba repleto y mientras caminaba tomando algunas fotos, un sinfín de turistas me miraba con cara de bicho raro, y claro, es que caminando con chaqueta negra, pantalones amarillo fosforescente y botas, en un lugar donde el 100% del resto de las personas estaba con traje de baño y chalas… bueno, digamos que era un poco extraño. A la salida, antes de irme, aproveché de pasar a un mirador que queda a 8 minutos caminando desde los estacionamientos y desde donde se ven las termas desde arriba.

Seguí camino al parque nacional con la agenda ya atrasada al menos una hora de lo previsto, pero a poco de llegar. El parque es sitio frecuentado por turistas que desean hacer trekking, ya que hay un par de campamentos donde quedarse y algunas rutas que yo no alcancé a conocer. Cuando llegué a la entrada salió a recibirme el guarda parque, con quien charlé algún rato sobre mi viaje (a él también le gustaban las motos) y me explicó que la ruta estaba en muy mal estado y solo podían pasar motos y jeep 4×4. La entraba costaba $2.000 pero el guarda no tenía vuelto y amablemente me dejó pasar sin pagar. Lo que venía más adelante sinceramente no era lo que esperaba… cuando Felipe me contó la ruta (que después supe que solo la conocía de referencia) entendí que era un camino transitable por cualquier vehículo, y no precisamente el camino que en ese momento me estaba internando. Lo primero que me llamó la atención fue lo bello del paisaje, que cambió radicalmente de un bosque sureño común y corriente a un bosque de sendas araucarias y vegetación por doquier. Lo segundo que me llamó la atención al poco andar, fue un letrero que anunciaba “camino intransitable para vehículos”. Se iba poniendo buena la cosa. El camino realmente era intransitable incluso para un 4×4 corriente, ya que había zanjas tan profundas que no cualquier jeep hubiese logrado sortearlas. El barro tampoco era poco (en especial considerando que mi neumático trasero estaba liso) y además me encontré con zonas de “rock garden” en donde maniobrar esa moto de 180 kg fue todo un desafío. Cuando empecé el camino no sabía en qué me estaba metiendo. No sabía la dificultad, no sabía el largo del trayecto y peor aún, no sabía si lograría cruzarlo antes de que se oscureciese, y cómo no esperaba encontrarme con esto, tampoco llevaba herramientas en caso de accidente o algo tan común como una linterna. El momento cúlmine fue cuando después de ya conocer algo a lo que me enfrentaba, me crucé con un letrero que indicaba “Pucón 30 kms”… quedé helado, calculaba que no había avanzado más de 2 kilómetros y me había tomado unos 30 minutos recorrerlos. No era que me complicara andar de noche, era que si no llegaba, Felipe probablemente saldría a buscarme y no tendríamos como comunicarnos una vez que él se subiese a la moto, y por otro lado andar de noche con barro, rocas, escalones y raíces aumentaba las probabilidades de una caída enormemente, y como les comenté, no tenía ni siquiera una manilla de recambio en caso de quebrarla. Seguí mi ruta con una nueva incertidumbre que le daba un toque aún mejor a la aventura, hasta que llegué a un cruce de un estero cuyo puente estaba semi caído. El puente -a 1,5 metros de altura- le quedaban solo dos troncos de unos 40 cm de ancho por los cuales caminando se podían cruzar… en moto también se podía lograr, sin embargo, el mínimo error podía hacer resbalar el neumático sobre ese tronco mojado y sacar la moto de ahí estando solo sería una tarea imposible. Existía la posibilidad de cruzar el estero, que si bien no era profundo ni se veía difícil, era bastante más fome e implicaba que si me caía quedaría empapado, lo cual tampoco me agradaba considerando que si efectivamente faltaban 30 kilómetros de camino en ese estado, en el peor de los caso no descartaba la posibilidad de pasar la noche ahí. Después de meditarlo por unos segundos, tomé la decisión que cualquiera persona responsable y sensata hubiese tomado… y crucé por el puente cortado… broma, crucé por el estero sin inconveniente alguno y sin mojarme.

Seguí mi ruta por un buen rato más, avanzando bastante más rápido porque el camino en esa zona estaba en mejor estado, hasta que logré llegar tipo 20:30 al otro extremo del parque cuidado por otra cabaña de la CONAF. Resultó ser que ese letrero indicaba la distancia total hasta Pucón, pero considerando camino transitable también y no podía adivinar cuánto era de camino malo y cuánto de camino bueno, ya que el mapa que había revisado no daba tal detalle. Hoy, después de haber recorrido gran parte de la carretera austral, sin lugar a dudas puedo decir que fue éste el mejor lugar por lejos para disfrutar la moto: tierra, barro, piedras, río, naturaleza… pero por sobre todo, incertidumbre; ¡¡un imperdible si están por la zona!!
DISTANCIAS
- Vuelta al volcán → 120 kms. aproximadamente
RUTA
- Camino hacia termas geométricas de ripio pero en buen estado.
- Cruce de Parque Nacional Villarrica destruido. Solo paso 4×4 experimentados o motos.
DÍA 16,
Villarrica – Santiago
Eran las 10:30 y nos despedíamos de la familia previo a comenzar el largo viaje que nos aguardaba. Después de 15 días arriba de la moto, había aprendido que la regla de los 100 kilómetros en 1 hora aquí no valía, que las pestañeadas costaban la vida y que más valía llegar un día tarde que no llegar. Faltaba, lo que retrospectivamente hoy, era la parte más difícil sin lugar a dudas del viaje… una carretera monótona, prácticamente recta, con autos y camiones por doquier y en donde lo único que nos mantenía despiertos eran nuestras canciones de “abre tu jardín”, “voy pa´ Quellón”, “voy pa´ Chaitén”…. y todas sus variantes, y jugar a que éramos autos de carrera o aviones de guerra disparándole a los autos. Fueron larguísimas 11 horas hasta que llegamos a Santiago, sin duda, las más sufridas de todo el viaje. Cuando finalmente llegamos a nuestros hogares, el cuenta kilometraje marcaba 4.300 kilómetros recorridos.
¡Había terminado uno de los viajes más increíbles de nuestras vidas!

DISTANCIA
- Villarrica – Santiago → 764 km.
TIEMPO INVERTIDO
- Villarrica – Santiago → 11:00 horas
RUTA
- Carretera asfaltada.
- 11 peajes de $800 cada uno (marzo 2020)
DATOS EXTRAS
FOTOGRAFÍAS
Para quien desee ver el resto de las fotografías del viaje, les dejo el link directo al álbum donde se encuentran. No es necesario tener FB para poder acceder.
BENCINA
He visto que varios planifican sus viajes por kilómetros y programando en que estaciones de servicio cargaran combustible. En la Guía Chiletur de Copec encontrarán información actualizada al año de donde se ubican las principales estaciones de servicio.
Mi recomendación es mucho más sencilla; carguen combustible siempre que puedan. La cantidad de bencineras no es mucha y las distancias entre una y otra en general no es poca, por lo tanto a mi parecer vale más la pena gastar 5 minutos y mantener el estanque siempre por sobre el 50% que estar andando como abuelita para no gastar combustible por miedo a no llegar a la siguiente estación. Dato extra es que en pueblos en que no hay bencinera, la gran mayoría de las veces se puede comprar bencina en botella para casos de emergencia.
COSTOS (info 2014)
- Traslado Moto: $47.000
- Pallets Moto: $21.000
- Bencina 4.300 kms: $234.000
- Peajes regreso: $6.600 (11 peajes)
- Otros: $102.000
SEGUROS
- Necesario en caso que quieran cruzar hacia Argentina. Es fácil de conseguir en los pueblos fronterizos como Chile Chico por ejemplo.
- Tener en cuenta que aquellos que no tengan vuestro vehículo a su nombre, deben poseer un permiso notarial que les exigirán al cruzar la frontera Argentina.
TRASLADOS MOTO
**Valores 2014
- Varmontt
Envío hasta Puerto Montt. Requiere mandar moto embalada.
Fono: +56 2 2854 5022
$89.000 - Fuchslocher
Envío solo hasta Osorno. No necesita embalaje pero si proteger.
Fono: +56 9 9949 4561 (Cristian Fuchslocher)
$80.000 + IVA - Buses Cruz del Sur
Envío hasta Puerto Montt. Requiere mandar moto embalada.
Fono: (65) 243 6410 (02) 2681 4620
$32.200 m3 (Aproximadamente $125.000) - Transportes Valenzuela
Envío hasta Puerto Montt. No requiere mandar moto embalada.
Fono: 9918 9821 (Arturo Valenzuela)
$150.000 - Transporte Independiente
Envío hasta Puerto Montt.
Fono: 9561 8742 (José Valdebenito) Al llamar decir que dato fue dado por Ricardo Herrera de Promoto Lira
$50.000
COSAS PERDIDAS!!
Una cosa que aprendí en este primer viaje en moto, es que las cosas SIEMPRE se caen. No importa cuántos pulpos, amarras y mallas pongas, si tienes algo fuera del bolso, se buscará el camino a través de cualquier protección para caerse al suelo, y lo peor de todo, es que siempre lo hacen sin que te des cuenta… Little bastards! Es la ley, así que eviten malos ratos y guarden todo muy bien adentro del bolso… incluso por muy bien agarrado que se vea. Revisar y apretar cada ciertos kilómetros también es aconsejable.
-FIN-
12 comentarios
Hola, quisiera que me ayudaran. Sirve una carpa de 3 estaciones para ir a la carretera austral en verano????
Hola Andres, el clima de nuestro Sur es bien impredecible. De que sirve, una carpa de 3 estaciones de seguro hará el trabajo, pero en lo personal te recomendaría una de 4. Independiente que sea verano, acá en el Sur puede llover tal cual fuese invierno. Saludos
Hola Camilo, muy buen tu Bitácora de la carretera austral, me entretuve mucho leyéndola, ya que planeo ir en diciembre 2020 ( si el Covid-19 lo permite) a recorrerla en moto, partiendo en Pto Montt hasta Puerto Tranquilo. Tengo una BMW G650 GS y en tus relatos cuentas que rompiste varios accesorios de tu moto, pero lo que más me llamó la atención fue que hayas roto los neumáticos. Dado esto , qué neumático recomiendas llevar? los caminos son muy destructores de moto? es mejor usar con cámara o con liquido anti pinchazo?
saludos
Hola Gonzalo, muchas gracias, me alegro te entretuviese.
Creo que los caminos son tan destructores de moto como cualquier camino de tierra que andes. Si andas tranquilo, salvo uno que otro piedrazo, no creo que pase mucho mas. Si manejas como si fueses en moto de enduro, es inevitable que pasen cosas. Eso si, el desgaste de neumaticos es algo real, duran poco. Buenos neumas me parecen los metzeler karoo o sahara, puede ser otra marca, pero esa linea. En lo personal, prefiero viajar con neumaticos tubeless y con un set de cámaras de respuesto + un spray antipinchazo SOS.
Saludos
Hola Camilo, muy bueno tu blog! Me encanta viajar y siempre lo hago como mochilero, pero ahora me gustaría aprender a andar en moto y recorrer la carretera austral. Lo cierto es q no sé nada de manejar una moto, pero me gusta mucho la aventura y me quiero comprar una. Cuánto tiempo crees que uno necesita para aprender andar bien en moto o lo suficiente para ir a la carretera austral. Pienso hacer ese viaje en una honda 190, no tengo apuro de tiempo, ni me interesa ir rápido, solo ir con cuidado y recorrer (ojalá lo q más se pueda por terrenos outdoor). Tampoco quiero comprarme una moto muy pro, uno porque no siquiera sé manejar una normal y dos porque me gusta viajar lo más sencillo posible. Quizás estás preguntas son muy descabelladas, pero te agradecería cualquier tipo de ayuda
Muchas gracias Ignacio. Dificil decirte cuanto te demorara, aprender puede no ser muy complejo (en una semanita ya estas manejando sin problemas), pero lo dificil es manejarte en condiciones adversas, y eso solo lo dan los kilometros andados (mucho viento, barro, calamina, terreno suelto, camiones y autos que andan rajados, etc). Carretera austral en moto definitivamente no es facil. Mientras, aprende en caminos de tierra y busca videos de tecnica para manejo en condiciones adversas.
Saludos
Hola Camilo, primero que todo felicitarte y agradecerte por tremendo aporte con esta bitacora. Queria consultar que opinas de los Continental TKC80 para esta ruta, me salta la duda en pavimento mojado sobre todo ya que tengo montados contiattack 2 y tengo guardados los TKC80 originales de mi KTM por lo cual debo decidir cuales utilizar en Enero 2020, lo segundo es preguntarte por los tipo de superficie, cuanto porcentaje es tierra app.
Muchas gracias Felipe. Es dificil decir exactamente ahora cuanto es de carretera versus tierra, sin embargo en el año que fui, te diría que el 70% era tierra. Si fuese de nuevo, seguiría eligiendo un neumatico más enfocado a tierra que pavimento, por la simple razón de que el neuma dual, te responde bien en pavimento igual (no andarás pisteando con esas maletas probablemente)… en cambio, ir con un neuma mas enfocado en pavimento, será una pésima idea para cualquier parte de tierra, con conducción dificil, cargado con harto peso, lluvia, etc.
EL TKC80 es un buen neuma dual (60 tierra – 40 pavimento) para lo que necesitas.
Exito!
Hola Camilo, agradecerte por compartir tan maravillosa experiencia que viviste, creo que es el sueño de todo viajero que ande en moto. Pretendo realizar este viaje desde Viña del mar hasta la carretera austral, crees que es mejor enviar la moto a pto montt y comenzar desde allá ? y mi otra pregunta, mas menos en presupuesto para realizar este viaje, cuánto sería lo recomendable ? considerando todos los gastos que conlleva ? Saludos Camilo ! un abrazo !
Gracias Diego! Creo que si tu objetivo es la carretera austral solamente, sin dudas, mandaría la moto a Pto Montt. Probablemente te sale más económico hacerlo manejando, pero el desgaste físico es harto de esos 1000 km en la ruta 5 (la he hecho 3 veces de una tirada en moto. Es para morirse). De presupuesto es super dificil darte algo yo, pero no es tan dificil para ti calcularlo. 1) Ve hasta donde quieres llegar y calcula los gastos de combustible según rendimiento de tu moto. Y hice 4.000 km. 2) Has un itineario tentativo y anda viendo dónde vas a dormir y ahi tienes los valores por noche. 3) Ve que ferry tomarás, los valores están en sus webs. 4) Has un checklist de atractivos turísticos importantes para tí y ve los valores. 5) Calcula aprox cuanto gastas normalmente por día en comida. Y voula ! Ahí tienes casi todos tus gastos.
Exito en tu viaje!
Felicitaciones Camilo, super entretenido el relato, me identifica mucho la forma de viajar y de contar la historia, estoy planeando un viaje similar y esto pucha que ayuda! muchas anécdotas y datos interesantes; tienes un seguidor más! yo llevo años armando un blog y aún no lo subo!
Saludos!
Muchas gracias Leo! Exito ahí con tu blog, es cosa de lanzarse no más.