Un clásico de clásicos de los andes centrales… esa es probablemente la mejor descripción que algunos, o al menos yo, darían de este increíble macizo ubicado a solo algunos kilómetros de la ciudad de Los Andes. Famoso por ser el seis mil olvidado, una cumbre que por décadas se consideró sobre esta cota, y que recién el año 2010 se le quitó dicho título gracias -¿o por culpa?- del advenimiento de los GPS, recatalogándolo con unos lastimosos 5.968 msnm. Sin desmerecer esto, todo quien se haya enfrentado a sus laderas, rocas y glaciares con el fin de coronar su cumbre, concordara que este es y seguirá siendo por siempre un seis mil. Sus inmensos glaciares-seracs-grietas, sus pasadas de rocas, la altura y la inestabilidad climática, hacen de esta cumbre un desafío que requiere tiempo, paciencia, organización y experiencia. No estamos hablando de un Tupungato o un Tórtolas. Estamos hablando de un cerro que requiere manejarse en altura pero también en lo técnico, poniendo a prueba no solo nuestro conocimiento, sino que también un poco nuestros cojones. Y si bien, difícilmente podemos decir que este es un cerro muy técnico, si necesita que quien lo intente, tenga al menos un bagaje mínimo en diferentes tipos de terrenos y sepa enfrentar y resolver problemas donde, como mínimo, será complejo que alguien acuda en tu ayuda… si no, pregúntele a unos que han tenido que evacuarlos en helicóptero desde allí.
Este cerro está compuesto por un conjunto de macizos que le dan no solo una cumbre, si no que nada menos que cuatro. Aquella a la cual nosotros aspirábamos, si bien, es la de mayor altura, es sin dudas la más fácil. Esto por la sencilla razón de que para llegar a las otras, se debe pasar primero por esta u optar por rutas bastante más difíciles y poco exploradas. La ruta normal, aquella paralela al glaciar Norte, es la más común y aquella que está descrita en Andeshandbook. Es una ruta de increíble majestuosidad escénica, que de por sí, da por pagado el tiempo invertido, se llegue o no a la cumbre. Es bien variada en cuanto a técnicas y dificultades, contando en su recorrido con sencillos trekkings, cruces a glaciares de diferentes dificultades, trepadas en roca, cruces de rimaya y filos muy expuestos al clima. Es probablemente esta variedad de terrenos, que hace tan atractiva la idea de internarse por estas laderas, haciendo de este nevado, un interesante cerro al cual desafiar.
Tiempo invertido: 6 días
Largo total de la Ruta realizada: 39,3 kilómetros
Altura máxima alcanzada: 5.968 msnm (cumbre)
Desnivel total alcanzado: 3.290 metros
“¿Hemos vencido a un enemigo? A ninguno, excepto a nosotros mismos. ¿Hemos ganado un reino? No, y no obstante sí. Hemos logrado una satisfacción completa, hemos materializado. Luchar y comprender, nunca el uno sin el otro, esta es la ley.”
George Leigh Mallory, 1886 – 1924.
Table of Contents
- DESCRIPCIÓN DE EQUIPO UTILIZADO
- APROXIMACIÓN
- CONSIDERACIONES
- ITINERARIO (Enero 2016)
- RELATO DEL VIAJE
- DÍA 0 – La idea
- DÍA 1 Santiago – Los Andes – Parque Juncal – Campamento 1
- DÍA 2 Campamento 1 – Cruce glaciar – Campamento 2 – Campamento 2 alternativo
- DÍA 3 Campamento 2 alternativo – Campamento 3
- DÍA 4 Campamento 3
- DÍA 5 Campamento 3 – Cruce glaciar – Acarreo – Cumbre – Campamento 3
- DÍA 6 Campamento 3 – Auto – Santiago
- REFERENCIAS
- RUTA GPS
- MENSAJE FINAL A MIS AMIGOS
CERRO NEVADO JUNCAL
RUTA TRADICIONAL
-5.968 msnm-
“El seis mil olvidado”
DESCRIPCIÓN DE EQUIPO UTILIZADO
- Crampones para terreno mixto
- Zapato doble botín
- 2 Piolet (realizable con 1)
- Cuerda, Arnés, equipo de travesía en glaciar y rescate en grietas
- 2 Estacas
- Pala (importante para el C3)
- Teléfono satelital – GPS
APROXIMACIÓN
- Tomar ruta 57 rumbo a Los Andes. Poco antes de entrar a esta ciudad, tomar el desvío a la derecha que lleva al centro de ski Portillo y el paso internacional.
- Hasta Guardia Vieja son aproximadamente 114 kilómetros, donde se debe pasar a dar aviso a carabineros.
- Luego de Guardia Vieja pasarán un peaje, el cual solo se paga si cruzas frontera, por lo cual indicar que no se saldrá de Chile.
- Aproximadamente 20 kilómetros más allá de Guardia Vieja, y justo antes de comenzar la “cuesta caracoles”, se encuentra la estación de trenes abandonada “Hermanos Clark”. Aquí se debe tomar un camino de tierra a mano derecha, el cual fácilmente se pasa por alto si uno no va atento.
- Avanzar 6 kilómetros hasta el fin del camino, dónde está la entrada al parque. Poco antes de esta, se cruza un pequeño estero, que en épocas lluviosas puede impedir que un auto pequeño cruce. En dicho caso, pueden caminar los 300 metros restantes.
CONSIDERACIONES
- Uso de casco obligatorio. Abundante caída de material en altura.
- Evitar ir muy avanzada la estación por la presencia de abundantes penitentes, grietas abiertas y hielo cristal.
- Itinerario realizable en 4 días, pero algo más exigente.
- En un itinerario de 5 días no es necesario el uso de mulas, mientras que en uno de 4 días es optativo. Estas solo pueden llegar hasta iniciado el glaciar, por lo que igual el primer día habrá que cargar el equipo sobre el glaciar.
- Arriero Luis Ayala: +56 9 7871 4687 / +56 9 4882 3246
- Llevar itinerario impreso con los datos del grupo, ya que en carabineros no cuentan con fichas para registro de salidas.
ITINERARIO (Enero 2016)
DÍA 1: Santiago → Los Andes → Parque Andino Juncal → Campamento 1 (rimaya)
DÍA 2: Campamento 1 → Campamento 2 alternativo (flechas verdes)
DÍA 3: Campamento 2 → Campamento 3 (espolón inhóspito)
DÍA 4: Campamento 3
DÍA 5: Campamento 3 → Cumbre → Campamento 3
DÍA 6: Campamento 3 → Santiago

RELATO DEL VIAJE
DÍA 0 – La idea
Todo partió con la idea de mi amigo Paris Capetanópulos, ya conocido personaje de otros cerros y relatos. Tenía en mente el Nevado Juncal desde hace rato, lo que me comentó a mediados del 2015. Bastó solo que viese las fotos del glaciar Norte y entendiese la variedad de complejidades del cerro, para que me animase a aceptar el desafío y decidiese organizar mis vacaciones de verano en base a ello. Me sumaría yo solo al grupo de amigos de Paris, de quienes solo había escuchado por él. Y así comenzamos a organizarnos vía cadena de correos. Éramos unos ocho, lo cual me preocupaba un poco, dado que soy de la fiel idea que expediciones a grandes cerros en grandes grupos, nunca dan grandes resultados. París me tranquilizó diciéndome que probablemente no iría la mitad. Y comenzó la organización, decidiendo fechas, pidiendo vacaciones, organizando equipos, y haciendo todas las averiguaciones. Todo pintaba de maravilla, hasta que a poco menos de 1 ½ mes, nadie había confirmado, salvo Thomas Schulze. Incluso mi amigo Paris, gestor de la idea, ya me había adelantado que posiblemente no iría por temas laborales, lo cual reducía una expedición de nueve personas a dos… fantástico.
Por esos tiempos, había estado en conversaciones paralelamente con Tomas Van Wersch, miembro del Club Andino Universitario (CAU), y teníamos organizada una salida al Cerro Pico Negro. Considerando que solo Thomas Schulze se había motivado para el Juncal, y con ánimos de conocer y evaluar mi posible cordada, le dije que fuéramos junto a Van Wersch… serviría para entrenar, pero más importante, nos permitiría a ambos evaluar si estábamos dispuestos a encordarnos en un glaciar uno al otro. La salida resultó un completo éxito, con ritmos de ascensión y conocimientos de técnicas bastante similares entre los tres. Durante el viaje comentamos el Juncal con Tomas VW, quien se mostró motivadísimo con participar, y a quien recibimos felices en nuestra cordada, así finalmente, se terminó por gestar esta nueva cordada de tres.

DÍA 1
Santiago – Los Andes – Parque Juncal – Campamento 1
Como es de costumbre, el auto elegido fue la fiel 4Runner. Van Wersch (VW) llegó a las 8 am a mi casa y partimos en busca de Thomas. Durante el viaje fuimos afinando detalles respecto al itinerario, comidas y demases. Según la experiencia previa, el grupo parecía prometedor, mas eso solo lo diría la convivencia más larga y las dificultades y diferencias de opiniones, que de seguro estarían por venir. El viaje, aunque largo, no se hizo tan pesado, y ya cuando íbamos por el camino interno de tierra, a nuestra derecha se mostró por primera vez nuestro objetivo. Majestuoso en hielos eternos y con una altura que apabullaba, se dejó ver la cara Norte del Nevado… ninguna fotografía le hacía el honor. En la entrada nos recibió una chica que nos contó cómo había estado el clima y sobre las expediciones recientes que habían subido. Hace poco había estado algo malo el meteo, sin embargo, ya desde hace 1 semana se había estabilizado, y el valle nos recibía con un radiante sol de verano.
Tras la larga tarea de reorganizar nuestras mochilas, dividir equipo según pesos y hacer el menú de cada día para elegir qué llevar y qué dejar, finalmente estábamos listos para comenzar la aventura. Frente a nosotros se abría un amplio y largo valle, en cuyo fin -que aún no se lograba adivinar- se encontraría nuestro primer campamento. Nos calzamos las gigantescas y pesadas mochilas, y dimos por iniciada la caminata. El camino estaba adecuadamente marcado y tenía incluso un puente al inicio para cruzar el estero Navarro, caudal tributario del río Juncal, al cual se acompaña durante todo el primer día de trayecto. El valle era amplio y caminábamos con el grupo de cumbres laterales a nuestra izquierda, por lo que de cuanto en cuanto cruzábamos algún arroyo que nos abastecía de agua. Aún no entraba de lleno el verano, por lo que había buenos caudales y la flora estaba en su cúspide, con su máxima expresión en la gigantesca vega de Nacimiento (2.760 msnm), ubicada poco más allá de mitad de camino. Este es un lugar innato de descanso, ya que la vista y tranquilidad que emana el lugar, invitan a dejar de lado el apuro y sentarse a comer algo y disfrutar. Retomada la marcha y poco más adelante, nos cruzamos con el primer y único grupo que nos toparíamos en nuestra ruta, dos montañistas old school oriundos de la zona, y que venían del valle Monos de Agua. Años atrás habían ya realizado la ascensión al Juncal y nos ayudaron orientándonos sobre los mejores campamentos y describiéndonos la ruta, sin dejar de recalcar eso sí, en que solo luego de ascender, entenderíamos porqué este cerro era un seis mil.

Cuando llevábamos unas 2:40 de trayecto, nos cruzamos con la primera y única “dificultad” que tiene este tramo. Casi llegando al final del valle Juncal, otro valle anexo se junta, trayendo consigo el estero Monos de Agua, límite del parque, y cauce que se debe cruzar para llegar al primer campamento. Este debe tener unos 5 metros de ancho y traía un caudal suficientemente considerable como para descartar la opción de saltar de roca en roca. Sabíamos que más arriba había una pasada descrita en AHB, sin embargo, considerando el calor que hacía, vimos el cruce como una excelente opción de refrescarnos. La pasada fue sencilla y el agua no supero más allá de medio muslo. Treinta minutos después, llegábamos a lo que sería nuestro primer campamento, un plano rodeado de dos pequeñas pircas, al lado de una gran roca con forma de huevo. Era el lugar perfecto; estaba nivelado, había pasto a los alrededores, un cauce de agua fresca y tenía una vista incomparable tanto del valle como del Juncal, ¿qué mejor recibimiento podíamos esperar de nuestro primer día?

Descargamos nuestras mochilas y comenzamos a montar nuestro campamento. La vista merecía vivaquear, por lo que rápidamente tuvimos todo armado y nos preparamos para cenar, mientras paralelamente planificábamos nuestro itinerario del día siguiente y discutíamos uno que otro pormenor. A nuestras espaldas el atardecer jugaba con cálidos colores que hacían parecer a las nubes algodón de azúcar, invitando a que salieran las cámaras fotográficas. Y cayó la noche, y con eso aparecieron las estrellas. Un cielo completamente despejado, con la silueta del Juncal de fondo, me recordaban el por qué estaba ese día allí.
DISTANCIA: 8.03 kilómetros
DESNIVEL: 406 metros
ALTURA MÁXIMA: 2.884 msnm
TIEMPO INVERTIDO
- Automóvil → vegas: 02:00 horas
- Vegas → Campamento 1 (morrena): 01:25 horas
- TOTAL: 04:00 horas

DÍA 2
Campamento 1 – Cruce glaciar – Campamento 2 – Campamento 2 alternativo
El trayecto de nuestro segundo día implicaba hacer el cruce de la lengua del glaciar y luego ascender hasta un supuesto campamento intermedio, existente justo antes de subir el sector de “flechas verdes”. Este campamento, si bien no nos acortaba el tiempo total que dispondríamos en llegar hasta el campamento base (C3), si disminuía de manera significativa el trayecto del día previo al ataque de cumbre. De una u otra forma, la jornada no era larga, por lo que cuando salimos ya teníamos luz de día. El mismo camino del sendero que habíamos seguido el día previo, continuaba hasta internarse a los pies del glaciar, haciendo la ruta muy rápida y fácil de seguir. Cuando llegamos al fin del camino, y el inicio de la marcha en glaciar, nos reunimos y paramos a sacar los crampones y tomar algo de agua. Estábamos en eso cuando pasó algo que me dejó maravillado. En el glaciar, cuya lengua ya llevaba expuesta al sol un buen rato, aparecieron de un minuto a otro, sendos esteros de agua cristalina bajando por el hielo. Eran caudales de no más de 50 cm de ancho, pero que comenzaron a bajar de un segundo a otro, tal como si hubiesen abierto un grifo, y aunque suene sencillo, haber estado en ese preciso instante ahí, dejó sorprendido a los tres.

Con los crampones puestos, comenzamos la marcha sobre esta lengua plana y extensa, cuya superficie constaba más de piedras y tierra que de hielo, haciendo que cada paso me doliese la güata pensando en mis queridos crampones, y ganándose el nombre de “la playa”. Ya desde aquí se adivinaba claramente la ruta a seguir y calculábamos que cruzar toda la lengua nos llevaría unas 2 horas aproximadamente. El hielo era firme y consistente, con mínimas fisuras apenas separadas, y de vez en cuando uno que otro agujero de desagüe -los WC- que no podía evitar intrusear lanzándole alguna piedra con el afán de lograr adivinar qué tan profundos eran estos hoyos redondos cuyo fondo no se alcanzaba a adivinar. Otra cosa entretenida que nos encontramos, fueron varios “hormigueros”, conos de tierra que por algún inexplicable motivo -para nosotros claro- se habían formado sobre el hielo dando el aspecto de un antro de hormigas. Las características del hielo nos permitieron avanzar con tranquilidad y casi sin necesidad de encordarnos. Solo en el tramo final comenzaron a aparecer grietas importantes, y aunque sus puentes se veían extremadamente firmes, por precaución y como calentamiento a lo que vendría más arriba, decidimos encordarnos. Esto nos debe haber durado unos 300 metros, ya que pasada la grieta que llevó a tomar la decisión, no tuvimos que cruzar ninguna otra más, llegando a una de las morrenas frontales al poco andar. Desde aquí empezamos al fin a ganar algo de altura, avanzando por un mix intercalado de nieve, rocas, tierra y vegetación, con una constante pendiente que hacía lento el avanzar. Llegamos primero a un plateau sobre las morrenas, que en este entonces se encontraba copado en nieve, y que es donde se ubica formalmente el campamento 2, sin embargo, habíamos decidido con anterioridad que saltaríamos este para ganar tiempo y altura. Prácticamente ni nos detuvimos en el C2 y seguimos zigzagueando hacia arriba hasta remontarnos en un pequeño filo que dividía la pendiente final en dos. Al final de esta se adivinaba, gracias a las fotos, donde debía estar flechas verdes, y en algún lugar cercano el famoso campamento intermedio.

Desde abajo me imaginé que la típica pirca estaría escondida por la nieve y nos encontraríamos solo con alguna planicie apta para acampar, sin embargo, ya llegábamos al final y no había nada de lo esperado. El GPS claramente indicaba que estábamos en el lugar, pero solo existía una gran roca en el sector y nada más. A nuestra izquierda se veía el pequeño filo, sin nieve y donde podrían quizá estar las pircas, mas la flojera de empezar nuevamente a subir y la idea de que podríamos vivaquear bajo la roca, hicieron que desechásemos la opción de ir a buscar el supuesto campamento intermedio, estuviese o no allá arriba (*El campamento efectivamente se encuentra sobre el filo*). Sacamos pala, piolet y nos pusimos manos a la obra. La roca tenía una cueva de nieve abajo, que con algo de trabajo sería un excelente sitio para pasar la noche. En turnos fuimos emparejando una terraza suficientemente amplia para los tres, mientras otro derretía nieve. Cuando terminamos aún era temprano, por lo que nos dimos el gusto incluso de hacer asientos con piedra laja, percheros con los tornillos, una escalera y un camino hacia el baño. ¡Frente nuestro teníamos el mejor “snow camp” que podíamos desear!
Nos sentamos a descansar después de algo más de una hora de trabajo. A nuestros pies se perfilaba una larguísima pendiente de nieve con vista al valle desde donde veníamos. Sentados en nuestros asientos de piedra seguimos derritiendo nieve para el día siguiente y comenzamos a preparar la cena. Mientras, repasábamos la ruta y observábamos a nuestro alrededor aún con buena luz. El día siguiente partiríamos con la subida de flechas verdes, una de las zonas de cuidado de la ruta por sus trepadas en roca de mala calidad. Buscamos las famosas flechas pintadas en la roca, que dan el nombre al paso, sin embargo, nunca estuvieron allí, o de estarlo era bajo el nivel de la nieve, ya que por más empeño que le pusimos, nunca las pillamos. De cualquier forma, la sección de rocas de mala calidad no impresionaba dificultar en nada nuestro ascenso, ya que la gruesa capa de nieve había dejado dos planchas de nieve que parecían suficientemente seguras y sencillas de remontar, al menos desde nuestro campamento. Ya veríamos.

Sorteamos con un peleado cachipún los lugares para dormir y nos fuimos al saco. V.W. perdió y se llevó el “premiado” con la roca justo encima, y yo, pegado al muro de nieve. Mientras V.W. quedaría atrapado sin poder salir, yo me congelaría la nariz por el viento que se colaba pegado al muro. Mañana saldríamos sin mucho apuro, ya que nos esperaba el día más corto del viaje. Nuestro objetivo: ¡llegar al famoso campamento del espolón inhóspito!
DISTANCIA: 4.8 kilómetros
DESNIVEL: 1.003 metros
ALTURA MÁXIMA: 3.887 msnm
TIEMPO INVERTIDO
- Campamento 1 → Campamento 2: 04:40 horas (1 hora descanso)
- Campamento 2 → Campamento 2 alternativo: 03:20 horas (1:20 descanso)
- TOTAL: 08:00 horas
**Nota: la pasada de flechas verdes efectivamente es donde pensabamos. Tomas VW fue al año siguiente en pleno abril, y sin nieve es realmente una pasada expuesta al material de caída, y a las caídas propias per se, y por eso, encontrarán las antiguas cuerdas agarradas a clavos en la roca.
DÍA 3
Campamento 2 alternativo – Campamento 3
Creo que por muchas veces que lo hagas, nunca terminas de acostumbrarte y maravillarte al despertar dentro de una cueva, y menos aún, cuando tienes aquella magnífica vista que había frente nuestro. Como no teníamos apuro, nos levantamos ya con luz y bastante calma, algo que muchas veces es difícil en la montaña. Desayunamos y dejamos algunas cosas escondidas para rescatar a la vuelta. La pala de la discordia, traída gracias a mi “hinchapelotismo”, nuevamente fue tema de discusión ya que era peso extra para subir, y considerando que cada mochila pesaba una tonelada, 600 gramos más si hacían diferencia. La deliberación, sin embargo, no duró mucho y la pala terminó amarrándose a una de las mochilas. Ya nos había sido de extrema utilidad, y nos sabíamos que podíamos encontrar en el filo del espolón.
Enfilamos rumbo al planchón de nieve de la izquierda del paso flechas verdes, ya que comparativamente al otro, este se notaba con menor pendiente y algo menos de material, aunque ambos eran considerablemente expuestos a la caída de rocas. Nos tomó 5 minutos llegar a los pies y empezar a subir zigzagueándolo. Entre la nieve y la roca, se alcanzaba a ver una cuerda fija, que un poco más arriba estaba anclada a la roca con 3 clavos, dándonos una vaga idea de la dificultad que podría haber presentado este tramo en condiciones más estivales, sin embargo, con esa cantidad de nieve fue solo un paso más. Arriba se abrió una amplia área de mínima pendiente, donde al fondo se visualizaba la primera sección de seracs que deberíamos sobrepasar. Eran los primeros de toda la ruta que teníamos tan cerca y no pude dejar de maravillarme, a pesar que desde que habíamos comenzado a caminar sobre el glaciar, fui mirando con detalle y asombro el glaciar completo. Esta sección de los seracs era el segundo paso “difícil” de la ruta, ya que se debía remontar gateando por una pasada de hielo cristal con pequeñas grietas, mas nuevamente la nieve nos jugó a nuestro favor, cambiando el hielo por nieve dura, permitiéndonos así un gateo mucho más seguro. De cualquier forma, esta zona no impresionaba de gran peligrosidad, ya que si bien la pendiente era algo empinada (máximo 40°), no era un trayecto largo y abajo terminaba en una planicie larga, capaz de perdonar alguna caída.

Superado los seracs nos reunimos nuevamente para observar la ruta. Frente nuestro se abría un amplio y extremadamente largo canalón que una vez terminado nos dejaría a unos escasos 100 metros del campamento 3 (créanme, la foto no hace honor a la distancia y pendiente que se debe recorrer). Tenía una pendiente leve a moderada y se apreciaban algunas avalanchas antiguas, que habían cubierto por completo la gran rimaya descrita en AHB. Cada uno comenzó a subir a su ritmo, por la que sería -al menos para mí- la subida más agotadora y monótona de todo el viaje. Era como avanzar en contra de una cinta transportadora… por más que caminabas y caminabas, ¡apenas avanzabas!

Calculo que nos debe haber tomado unas 2 ½ horas llegar hasta arriba. Íbamos a un ritmo bastante similar, por lo que nos esperamos y reunimos antes de enfilar a la derecha en dirección al campamento. Era una parada realmente necesaria, ya que después de subir todo ese trecho casi sin parar, los tres ya íbamos cansados y faltos de un buen descanso. El agotamiento, la necesidad de rehidratarnos, y también porque en ningún momento de las 2 ½ horas de subida vimos caer algo de material, hicieron que muy a pesar del sentido común, decidiéramos parar bajo la pared de roca final (nos separaban unos 30 metros). Los tres estábamos conscientes de la exposición, lo que llevó a que cada uno sacara su hidratación y snack rápidamente, haciendo que no fueran muchos los minutos que estuvimos ahí, sin embargo, fue suficiente para que, sin previo aviso, pasara literalmente zumbando una piedra por al lado de nuestras cabezas. Fueron solo 2 segundos que escuché ese zumbido, sin alcanzar a comprender qué era hasta que la piedra que venía desde lo alto, cayese a un escaso metro y medio nuestro. Nos miramos perplejos y agarramos nuestras pilchas como quien corre por su vida, en dirección al último acarreo -cubierto en nieve- que nos separaba del campamento.
Subimos los pocos metros que nos faltaban por un acarreo que se notaba hubiese sido una otra tortura sin nieve y llegamos finalmente al famoso espolón inhóspito, aquel legendario campamento con -muy probablemente- una de las mejores vistas que he tenido alguna vez. La foto publicada en AHB mostraba un filo expuesto al viento y donde escasamente cabían las carpas, por eso cuando vi cómo se encontraba ahora quedé gratamente impresionado. Lo que teníamos en frente no se parecía en nada a las fotos, en cambio el filo se encontraba completamente tapado en nieve hasta el roquerio de la punta del espolón. Era todo nieve, sin una sola piedra que interrumpiese ese blanco inmaculado, con una hermosa cornisa que daba hacia el otro lado de donde veníamos. Cuando llegamos aún se podía reconocer lo que habían sido las dos terrazas de la expedición previa a nosotros, ya bastante destrozadas, pero suficientes para trabajar sobre ellas. A diferencia de lo que esperaba, la cantidad de nieve permitía un campamento mucho más protegido a las inclemencias climáticas.
Dejamos las mochilas, y tras darnos unos minutos para apreciar la increíble vista, nos pusimos manos a la obra con la salvadora pala que por suerte llevamos. Rellenamos y aplanamos hasta tener una terraza donde cupiese con holgura la mítica TNF Mountain 25, hicimos compartimientos donde guardar equipo afuera y comenzamos la tarea de derretir nieve. Cada uno debía llevar un gas completo, considerando que estaríamos 5-6 días y derretiríamos abundante nieve sobre los 4.500 msnm, sin embargo, alguien quien no nombraré, pero que su apellido comienza por Sch y termina en ulze, decidió llevar un balón a medio usar, por lo que durante estos días tuvimos constantemente rondando sobre nosotros el fantasma de quedarnos sin gas. Por esto, y aprovechando lo soleado del día, nos las ingeniamos para poner pala, estacas y ollas en lugares estratégicos, que nos permitiesen recolectar algo de agua extra sin necesidad de prender la jetboil, lo que, tras algunos ensayos y error, terminó por ser todo un éxito.

Ya con todo armado y tiempo de sobra, dejamos nuestra tarde libre para reponer fuerzas y organizarnos. Hicimos la llamada satelital a nuestro amigo Paris Capetanópulos, que, si bien no subió con nosotros, sí seguía de cerca nuestro avance, asesorándonos desde las tierras Santiaguinas respecto al clima. El día siguiente cambiaría respecto a los pronósticos previos, con un importante aumento de la velocidad del viento sobre los 5.500 msnm, llegando a rachas de hasta 80 km/hora. Deberíamos tomar la decisión de qué hacer, ya que, si bien teníamos el tiempo para hacer dos intentos de cumbre seguidas, a estas alturas hubiese sido una tarea en extremo agotadora. Nos sentamos a conversar el tema, y aunque inicialmente primó en algunos la calentura de intentarlo de todas formas (pensando que tendríamos una segunda chance), finalmente se llegó a la sabia decisión de esperar. Subir con rachas de 80 km/hora no solo hubiese significado poner en riesgo el éxito de cumbre del día siguiente por extenuación, sino que además aumentaba el riesgo de caídas en sitios críticos. A cambio, decidimos que descansaríamos esta noche y saldríamos a explorar la ruta durante la mañana y ya con luz de día. Esto sería clave para aumentar las probabilidades de éxito del día subsiguiente, ya que nos permitiría aclimatar, marcar la ruta con luz de día, evaluar riesgos, y lo más importante, reponer energías.
Con el itinerario armado, no quedó más que descansar, cocinar y disfrutar el increíble lugar en que estábamos. En esta cena ocuparíamos por primera vez las liofilizadas, y al menos yo tenía hartas expectativas (con lo que cuestan no esperaba menos que una comida de restaurant pituco), que felizmente fueron cumplidas con bastante éxito. Probablemente la única acotación y consejo, es que si no acostumbran a comer “the real” picante, no hagan el intento de probar la Katmandú curry por primera vez a 5.000 metros.

Cuando terminamos de comer, aún quedaba gran parte de la tarde, y nos la pasamos descansando o paseando entre la carpa y el espolón. Mientras avanzaba el día, tuvimos la suerte de ver como una pequeña avalancha botaba material a poco menos de 100 metros nuestro, poniendo en evidencia la gran inestabilidad que existía producto de las altas temperaturas, y gastamos considerables minutos sentados mirando con maravilla ese gigantesco glaciar -lleno de grietas- que bajaba por la cara norte del Juncal. Cuando llegó por fin el atardecer, volvimos a salir de la tienda. Era nuestro momento crucial con Van Wersh para la fotografía, y lo habíamos estado esperando con ansias. El cielo estaba cubierto de nuevas motas de algodón que antes no existían, y corría un viento delator que reafirmaba positivamente nuestra decisión de esperar. Los colores comenzaron a aparecer, primero el amarillo, luego el naranja y finalmente el rojo, dando al cielo ese aspecto artístico que difícilmente se puede apreciar desde la ciudad. Simplemente, no podíamos pedir un mejor lugar para pasar la noche.

DISTANCIA: 2.9 kilómetros
DESNIVEL: 821 metros
ALTURA MÁXIMA: 4.708 msnm
TIEMPO INVERTIDO
- Campamento 2 → Campamento 3: 04:25 horas
- TOTAL: 04:25 horas
DÍA 4
Campamento 3
Despertamos y nos preparamos con la calma de quién no tiene horarios ni metas a cumplir. El día de cumbre sería extenuante y por eso tuvimos que reponer el máximo de energías esa única noche, donde pudimos dormir casi 10 horas de corrido. Cuando teníamos todo listo para nuestra exploración, eran las 09:30 am y el sol brillaba con fuerza. Arriba en la cumbre, una pocas nubes pasaban veloces, recordándonos el por qué dicho día solo figurábamos de paseo. Salimos del espolón y nos dirigimos hacia la izquierda, bordeando unos paredones de roca hasta que poco más allá, se abrió un gran canalón frente nuestro. Era bien ancho y delimitado por roca a la izquierda y seracs o grietas a la derecha, haciendo bastante fácil de seguir. La pendiente no era poca, llegando en zonas incluso hasta los 50°, sin embargo había nieve de suficiente buena calidad para clavar con seguridad los crampones y piolets. Íbamos zigzagueando tranquilamente, sin apuros, y disfrutando de la belleza de los grandes seracs que teníamos a nuestra derecha, los cuales más de una fotografía mereció. Hacia nuestras espaldas la pendiente continuaba hasta un acantilado de rocas de -fácil- unos 400 metros de altitud, el cual caía directamente a la lengua de glaciar, por lo que esta parte de la ascensión fue realizada con especial cuidado… debíamos estar alertas ante cualquier desprendimiento de los seracs o rocas que pudiesen caernos y hacernos volar canaleta abajo.

Alcanzábamos los 5.000 msnm cuando nos encontramos con el crux del día. Ya sabíamos de su existencia y había sido uno de los motivos por el cual ir a explorar. Se trataba de una rimaya bastante amplia, que cruzaba por completo la ruta. Había harta nieve acumulada, lo cual, si bien hacía un poco difícil evaluar precisamente el ancho y largo del obstáculo, a su vez nos ayudaba también con varias opciones donde cruzarla. El ancho eran en promedio unos 3 metros y la profundidad, donde no había nieve acumulada, alcanzaba el valor de “no calculable”, ya que el fondo se perdía en los recovecos y la oscuridad. Con esto en mano, teníamos que ser bien cuidadosos de elegir el lugar más seguro ahora que estábamos de día, ya que, en nuestro ataque de cumbre, pasaríamos por allí de madrugada y rápidamente, sin muchos ánimos de detenernos a meditar. Podíamos rodear la rimaya por los lados, sin embargo, en cada extremo sospechábamos la presencia de grietas que hacían poco segura la pasada, mientras que al centro, si bien era más ancha, se veía un sendo puente de nieve aparentemente firme. Avanzamos para verlo bien y tras convencernos que era la mejor opción (estoy seguro que Van Wersh estuvo a punto de saltar sobre este para comprobar su firmeza), decidimos retornar sin haber cruzado la rimaya, pero con la tranquilidad de haber medido bien sus riesgos.

Cuando bajamos aún era temprano y la nieve se mantenía firme, haciendo seguro el descenso. Intentamos utilizar la misma ruta de ascenso con el fin de marcarla mejor y así al día siguiente se nos hiciese más fácil y menos agotador volver donde mismo. Fue una rápida bajada y llegamos cuando aún el sol estaba en lo alto, por lo que aprovechamos inmediatamente de recolectar el agua que habíamos dejado derritiendo y nos pusimos a derretir más, al igual que el día anterior, con pala, ollas y estacas… hasta que una hora después se nubló y ¡hasta ahí nos llegó la “derretición”! En nuestra espera de la tarde repusimos energías nuevamente, comimos nuestras liofilizadas, estudiamos en detalle la ruta con fotografías, verificamos con saturometría que cada uno estuviese en óptimas condiciones (a estas alturas yo ya saturaba 80% con una frecuencia de 98… en reposo) y confirmamos vía satelital nuevamente con Paris el estado del meteo para el día siguiente. Los vientos en cumbre de 80 km/hr habían bajado a 50 km/hr, bastante más aceptables y difícil de poder mejorar estando a casi 6.000 metros de altura. La noche estaría despejada, al igual que el día. Todo se alineaba. Mañana sería nuestro día.
DÍA 5
Campamento 3 – Cruce glaciar – Acarreo – Cumbre – Campamento 3
Madrugamos como nunca antes lo había hecho. El despertador comenzó a sonar a las 01:20, sin embargo, el día previo nos habíamos acostado demasiado temprano y las ansias por partir eran muchas, lo que hizo de levantarse solo un trámite más. Salimos. No sé si hacía frío o no, imagino que bastante… es un recuerdo que ya no ronda mi cabeza, solo se me viene a la memoria lo calmo que estaba todo, cual taza de leche; sin viento y con un cielo casi por completo despejado. Cada cual se apero con su equipo y dividimos el material grupal. Re-chequeamos todo y le dimos comienzo a la aventura, saliendo cuando solo faltaban 15 minutos para las 3am. La ruta ya la conocíamos, al menos en su primera parte, por lo que la caminata fue automática y avanzamos rápido sin necesidad de detenernos a pensar. Las huellas del día previo ayudaban tanto como la luz del techo estrellado sin luna, y no tardamos en llegar a ese primer gran serac que tanta atención me había quitado el día anterior. Hoy, con otras preocupaciones más relevantes en mente, no hice mucho más que mirar su contorno de reojo y seguir adelante.

Llevábamos hora y media caminando cuando llegamos a la rimaya. La conocíamos bien, por lo que nos acercamos con confianza y directamente al punto que ya habíamos elegido el día anterior. Se supone que evaluaríamos el estado del puente nuevamente y según eso aseguraríamos o pasaríamos en libre, sin embargo, mientras Van Wersch y yo meditábamos tales cosas, llegó Thomas y sin decir una sola palabra se montó sobre el puente y lo cruzó. De todas formas, la nieve estaba dura y el puente era tan firme, que como era esperable, no ocurrió nada. Y estoy convencido de que, si nos hubiésemos parado los tres, saltado juntos, bailado el cha-cha-cha y jugado a la sillita musical, seguiría escribiendo hoy esta bitácora… era simplemente un puente anti-bombas. Luego de que cada uno cruzase, nos reunimos nuevamente y seguimos la ruta. De aquí en adelante sería tierra desconocida, por lo que deberíamos ir con más cautela, ya que en algún punto ingresaríamos al glaciar, donde eran conocidas las grietas.

La ruta siguió bastante similar sobre la rimaya. Subíamos por un canalón de unos 45° donde a nuestra izquierda teníamos un conjunto de rocas que formaban un filo y a nuestra derecha grupos de seracs, y más arriba la apertura hacia el glaciar. Aún no amanecía, sin embargo, ya alcanzábamos a adivinar la dirección hacia dónde estaba la cumbre. Podríamos haber acortado bastante terreno tirándonos directo cruzando el glaciar de la derecha, pero con tan poca luz era difícil precisar si aquella ruta sería realmente factible, por lo cual decidimos mantenernos paralelo a la canaleta y en dirección hacia el campamento alto, ganando algo más de altura antes de quebrar rumbo al filo cumbrero. Cuando rondaban las 6am y una altura aproximada de 5.400 msnm, los primeros rayos de sol comenzaron a iluminarnos el panorama. Se veía a lo lejos la cumbre, precedida por un largo trayecto sobre acarreo y frente nuestro se abría el glaciar. Era amplio y poco protegido del viento, lo que hacía su suelo un moteado mixto de hielo y nieve. Hacia delante se visualizaban algunas largas grietas que lo cruzaban, mas ninguna terrible, a diferencia de las que existían hacia la derecha, por donde hubiésemos podido “ahorrar” camino. Eran grietones enormes, de hasta 40 metros de ancho, y si bien podríamos haber disminuido un poco el trayecto avanzando más en diagonal, nos tranquilizaba no haber tenido que cruzar por un terreno que a simple vista se veía mucho más hostil e impredecible.

Cuando comenzó el glaciar, nos juntamos los tres nuevamente. Había llegado la parte emocionante del día, el encordamiento y cruce del glaciar, una de las cosas que más me gusta de estas salidas. Sacamos la cuerda y empezamos a ordenarla para que cada uno se fijara a ella, Van Wersch abriría ruta y yo la cerraría. A simple vista, se veía posible realizar la travesía sin necesidad de arriesgarnos cruzando demasiadas grietas, salvo unas dos cubiertas en nieve y que se adivinaban por su continuidad a los extremos, además de lo que parecía ser una rimaya llegando al filo. Nos pusimos en marcha, paso firme y coordinado entre los tres. Avanzamos con cautela, aunque bastante tranquilos en un comienzo, ya que no se apreciaba mayor riesgo que pequeñas fisuras. Más adelante se adivinaba como la nieve escondía pasos algo más expuestos, lo que nos hizo detenernos cuando llegamos al primero. Se trataba claramente de una grieta, calculo yo que de 1 metro de ancho. Lo sabíamos por la depresión producida en la nieve y porque a cada extremo se veía su larga continuidad. Procuramos enfrentarla perpendicularmente como se debe, con la tensión adecuada de la cuerda y tanto Thomas como yo listos para saltar a clavarnos en el hielo. No fue necesario. Los tres cruzamos sin inconvenientes y seguimos adelante, no sin antes apreciar la majestuosidad del lugar donde nos encontrábamos. A estas alturas el sol ya se había levantado sobre las cumbres, y dio su saludo inicial alumbrando de lleno el glaciar del Cerro Alto los Leones, un hermoso espectáculo que espero todo quien suba hasta acá pueda disfrutar. No se logra apreciar mucho en la foto, sin embargo, en el horizonte los rayos de luz generaban un extraño efecto, desviándose en diagonal. Las gigantescas grietas también eran un espectáculo per se, ya que eran de un tamaño descomunal, y aunque su fondo se veía bien tapado en nieve, no dejaba de imaginar cuan profundas podían llegar a ser. Sus paredes por otro lado eran perfectas y fue infaltable el comentario entre los tres, de lo espectacular que sería poder escalarlas. Así fue, que tras este breve descanso de contemplación, seguimos adelante.

Lo que restó del glaciar no nos trajo mayores inconvenientes. Cruzamos solo una grieta más que se veía, y bypaseamos por el lado la rimaya ubicada antes del filo cumbrero, lo que nos dejaba a tan solo unas estimadas 2 horas de la cumbre por terreno aparentemente seguro. Estando en el filo y ya a casi 5.800 msnm, el viento soplaba bastante, por lo que nos refugiamos detrás de unas rocas y nos deshicimos del material que no ocuparíamos para llegar a cumbre. Recién cuando salimos de la protección de la roca y comenzamos a caminar por el acarreo, nos dimos cuenta de la potencia del viento y de cómo hubiésemos rebotado horriblemente el día previo con esos vientos de 80 km/hora, ya que hoy con ráfagas de solo 50-60 km/hora se nos hacía extremadamente pesado avanzar, debiendo detenernos por completo y clavarnos al piso para no caer. Siendo un poco fatalista, incluso se me cruzó por la cabeza que podía existir alguna chance de no llegar los 3 a la cumbre, ya que imaginaba que más hacia el filo estaría muchísimo peor y además de todo, mi amigo Thomas tiritaba de frío, ya que por alguna extraña razón que nadie entiende, ama ocupar pantalones de “trekking” para hacer un 6.000. De seguro este fue el segmento más antisocial de todos, ya que cada uno iba por las suyas intentando detenerse lo menos posible. Nos reunimos los tres nuevamente cuando llegamos a lo que yo llamo el “paso ventarrón”, una zona algo más expuesta que el resto del acarreo porque tenía un cruce de unos 5 metros sobre nieve dura, donde a la izquierda caía una larga pendiente de hielo-nieve hacia el glaciar, y hacia la derecha se formaba una gran chimenea de rocas, que embotellaba y arremolinaba el viento, listo para desequilibrarte hacia el glaciar. El paso en ningún caso era complejo, mas en esas condiciones sí que requería ponerse los crampones como precaución. Una vez superada esta parte, estábamos ya casi en nuestra meta… solo algunos cientos de metros… decenas… y luego ¡¡cumbre!! Allí estábamos los tres, sobre nuestra segunda cumbre como cordada, logrando el ascenso a una de las emblemáticas cumbres de la zona central. Tras un par de minutos de respiro y descanso (los últimos metros fueron horriblemente agotadores) pude finalmente contemplar la magnitud de nuestro éxito. Éramos la primera expedición que lograba cumbre ese año 2016. Corría un viento heladísimo, sin embargo, eso no fue impedimento para disfrutar casi una hora la fabulosa vista que se tiene desde allá arriba, desde donde se ve con claridad el Aconcagua, Alto los Leones, Tupungato, Parva del Inca y un sinfín de cumbres y glaciares sobre el límite fronterizo con Argentina. Mientras disfrutaba de esta belleza de vista, miraba el Aconcagua y pensaba en mis dos amigos, el polaco Lukasz Olczyk y el chileno Sebastián Alarcón, que en esos mismos instantes, estaban intentaban coronar la cumbre más alta de Sudamérica.

Disfrutamos la cumbre, de eso no hay dudas, y dentro de ese disfrute estuvo encontrar la famosa caja del Banco Chile, dejada allí antes de que se le arrebatara a este emblemático macizo el renombre de un seis mil. Dentro de esta se encontraba el libro de cumbre, donde cada uno leyó y escribió con bastante entusiasmo, incluso Thomas, quien abajo juraba por todos los dioses que lanzaría la caja cerro abajo en forma de protesta al controvertido Luksic, sin embargo, muy por el contrario, hasta se sacó fotos con ella (“shame on you!!”). Habíamos cumplido nuestra meta, ahora era momento de bajar. Solo nos quedaba exactamente la mitad del trayecto recorrido, y lo más peligroso, volver sanos y salvo a casa.

El trayecto del filo cumbrero, acarreo en su gran mayoría, fue nada más que un rápido descenso. No existía mayor pendiente, el terreno era firme, mínimamente expuesto y muy rápido de realizar. Eso significó que al poco rato ya estábamos nuevamente refugiados junto a nuestro depósito de material. Nos calzamos los crampones y el arnés, el cual aún seguía fijo a la cuerda, por lo que ni siquiera tuvimos que encordarnos nuevamente. Van Wersch, quien había abierto de subida y elegido la ruta a través del glaciar, abriría nuevamente de bajada, mientras yo otra vez cerraría. Esta vez el sol ya iluminaba con fuerza el hielo, y se lograba apreciar por completo el gran glaciar por el cual nos movíamos, invitando a detenerse a fotografiar. Las mismas grietas de ida ahora las cruzábamos de vuelta, firmes aún a esas horas de la mañana, confiados, aunque con los piolets listos para auto detenernos en caso necesario. Nos desencordamos al otro lado del glaciar, llegando ya al canalón, y nos despedimos del hielo, ahora tocaba bajar rumbo a la rimaya. Cuando la alcanzamos, el avance del día y la menor altura habían hecho de la nieve un principio de sopa, cosa peligrosa. Sabíamos que el puente de la rimaya era a prueba de todo, sin embargo, la pendiente cruzada y la calidad de la nieve podían jugar una mala pasada innecesaria. Dejé mi mochila y saqué una de las estacas para armar un seguro en nieve y rapelear con tranquilidad. Bajó cada uno sin problemas y luego de recuperar la cuerda (aunque no la estaca… el que la encuentre ya sabe de quienes era) reiniciamos nuestra marcha hacia abajo.

Lo que resto de bajada fue horrible, al menos para mí. La nieve estaba en sus peores condiciones, esa que se te pega a los crampones traicioneramente haciéndote zancos. Resbalé una 5 veces por lo menos, pero la nieve estaba tan blanda que apenas deslizabas, algo bueno considerando que seguir hasta abajo implicaba recorrer toda la altura ganada desde el primer glaciar en unos… ¿10 segundos? Llegué a la carpa un poco apestado y cansado, había sido realmente agotadora la última parte, tanto física como mentalmente. Eso quizás, sumado a la horrible idea de Van Wersch (sigo pensándolo hoy) generó nuestra primera y única diferencia en todo el viaje. Mi amigo tenía la idea de desarmar campamento inmediatamente, a las 4pm, y bajar esa misma tarde rumbo a algún campamento intermedio. Mi posición era un no rotundo (sí, estaba mañoso), mientras que Thomas me parece que se sumaba a lo que se hiciese. El motivo de Van Wersch era simple, aprovechemos lo que resta de luz y avancemos para que el día siguiente sea más corto. Mis motivos implicaban la seguridad, ya que después de 13 horas de marcha, al menos yo, estaba agotado y bastante chato de los resbalones. A eso le sumaba la pésima calidad de la nieve, teniendo que bajar por un largo canalón con peso y donde dos días atrás ya nos había pasado zumbando una piedra al lado. Resumiendo, mi postura fue sencilla, como no era un capricho el no querer bajar, prefería quedarme solo arriba y bajar a la mañana siguiente. Si bien estaba dispuesto a hacerlo, y consideraba que eso era incluso más seguro, debo confesar hoy que conocía perfectamente la respuesta que darían ambos: bajemos todos juntos mañana. Y así ocurrió. Luego de esta diferencia y la decisión de quedarnos, cada uno olvidó el tema y volvió a lo suyo, que básicamente era desarmar mochila, tirarse a descansar en espera de la cena y luego dormirse. Había sido un día agotador, pero increíblemente fructífero y llenador… nos llevábamos a casa nuevamente otra cumbre juntos, y no cualquiera, la cumbre del “Nevado Juncal”!
DISTANCIA: 3.9 kilómetros
DESNIVEL: +1.260/-1.260 metros
ALTURA MÁXIMA: 5.968 msnm
TIEMPO INVERTIDO
- Campamento 3 → Rimaya 5.000: 01:35 horas
- Rimaya → Inicio Acarreo: 03:10 horas
- Acarreo → Cumbre: 02:50 horas
- Cumbre → Campamento 3: 04:10 horas
- TOTAL:13:10 horas
DÍA 6
Campamento 3 – Auto – Santiago
La hora de levantarse fue a las 04:30. Lo habíamos acordado el día previo cómo solución a bajar el día siguiente, y así lograr llegar no tan tarde al auto. Era la segunda vez que nos despertábamos de noche en el C3, y una vez más miré y disfruté la belleza del espolón nevado contrastado por las estrellas de un cielo por completo despejado, despidiéndome del que es hasta hoy el mejor campamento que he realizado. Daban las 5:15 cuando ya estuvo todo en orden y comenzamos a descender. La nieve, que el día previo parecía un marshmallow pegoteado, esta vez estaba dura e ideal para los crampones. Tardamos solo algunos minutos en llegar al gran canalón, sorprendiéndonos cuanta nieve se había derretido en esos poquitos días que habíamos estado allí arriba. De subida prácticamente no había penitentes, mientras que ahora, algunos alcanzaban fácil la altura de la rodilla o más, lo que hizo la bajada algo más demorosa y agotadora de lo esperado. Para cuando llegamos al paso de hielo y flechas verdes, ya había amanecido por completo. Contrario a lo que esperábamos, no se nos hizo para nada difícil estos pasos, ya que aún la nieve en esos sitios era suficiente y de buena calidad, la necesaria para no pillarnos con grietas o piedras sueltas. Bajamos flechas verdes por las planchas de nieve aún existentes, evitándonos lo que en verano de seguro hubiese sido algún rapel (había más de un clavo, cordines y una cuerda fija) y llegamos a nuestro antiguo C2, donde habíamos dejado algo de basura que pasamos a buscar y luego seguimos la bajada.

Unas tres horas después de haber dejado nuestro C3, ya estábamos pisando nuevamente el glaciar final. Esta vez, ya conociéndolo, ni nos molestamos en encordarnos ya que era absolutamente innecesario. La única grieta grande, estaba cubierta a estas horas por un puente tan power como el de la rimaya del día cumbre, y que pasamos casi sin percatarnos. Bajábamos rápido, ya que había tanta piedrecilla en el hielo, que iba sin crampones. Iba yo adelante. No recuerdo quién de mis dos amigos me insistía que me sacaría la rechucha -iba alegremente trotando glaciar abajo- y aunque sabía que podía ocurrir, solo me reí y seguí bajando tal cual. Debo decir orgullosamente que duré bastante, hasta que en un momento sin percatarme pasé de las piedrecillas a una plancha de hielo lisa y “fuuuum”, de poto al suelo. No pude evitar más que reírme y asumir la estupidez… estaba esperando ese momento jajaja. Aproveché la caída para sacar los crampones de la mochila y luego seguimos bajando hasta que los rayos de sol tocaron el hielo. Estábamos esperando hace rato ese momento para detenernos a desayunar. Abrimos las mochilas y cada quien sacó lo suyo para aportar. Yo tenía guardado un chorizo español que sorprendentemente duró hasta este momento… cada vez que lo quería sacar, los cabros me incitaban a guardarlo como trofeo para el regreso de la cumbre, sin embargo, arriba se terminó congelando y nos olvidamos de él. Thomas, por su parte, tenía un pedazo de queso en dudoso estado, pero que a nadie le importó mucho, y con eso ya teníamos el mejor y más mítico desayuno que podíamos esperar. Los tres, sentados en la mitad de un glaciar, con el Nevado Juncal de fondo y cortando chorizo y queso sobre el glaciar. ¡Esto sí que es vida!

Tras un descanso de aproximadamente una hora retomamos la marcha. Nos quedaba aproximadamente un tercio del glaciar. Ya se habían formados aquellos esteros de agua que corrían sobre el hielo y de cuanto en cuanto tomaba un poco de esa prístina agua que solo se puede encontrar en estos lugares. Cuando llegamos al C1 hicimos una segunda parada. Aquí, teníamos escondido nuestro compartimiento de zapatillas, que ya venía esperando con fervor, mis pies no querían saber más de los zapatos plásticos. Aprovechamos de disfrutar el hermoso entorno que tiene este campamento, donde ahora nos acompañaban algunas amigas vacas, y nos tiramos al sol a descansar mientras dejábamos secando nuestra ropa sobre las piedras.
Lo que restó de bajada fue dominado, como suele ocurrir, por la ansiedad de llegar. Tras seis días de montañismo, no hay pie que no manifieste quejas, y la cercanía de la llegada al hogar, sobre todo volviendo hinchados de orgullo por esta nueva conquista, hacen que uno quiera llegar cuanto antes al auto. Las dos horas que nos tomó bajar, estuvieron acompañadas de un día increíblemente soleado y agradable. Nos despedía el valle Juncal con la felicidad haber entregado su cumbre una vez más, finalizando así, una emocionante y exitosa expedición de tres compañeros que por vueltas de la vida terminaron en esto juntos.
DISTANCIA: 15.73 kilómetros
DESNIVEL: -1.824 metros
TIEMPO INVERTIDO
- Campamento 3 → Campamento 1: 05:00 horas (1 hora descanso)
- Campamento 1 → Auto: 02:15 horas
- TOTAL:07:45 horas
REFERENCIAS
RUTA GPS
En este link, encontrarán la ruta para cargar en el GPS. Es un archivo GPX, por lo tanto, si desean visualizarla en Google Earth, deben transformarla a archivo KMZ o KML. Esta web es un convertidor online muy sencillo de usar.
MENSAJE FINAL A MIS AMIGOS
Demoré varios meses en escribir esta bitácora, más por tiempo que por falta de ganas, sin embargo, cada vez que abrí las fotos, leí mis notas y escribí, fue como volver a estar allí arriba. Ya van 3 años de nuestra cumbre, y aún sigo reviviendo el viaje como si fuese ayer. Este ha sido lejos la mejor travesía que he realizado, y me causa una enorme felicidad haberla podido compartir con dos grandes personas y montañistas como ustedes, ahora mis amigos.
A mi amigo Paris Capetanópulos, gracias por estar siempre presente.
“Cumbre Cumbre”
~FIN~
3 comentarios
2 horas leyendo tu ascenso al juncal, aunque no lo creas subi 5 veces edte gran 6 mil, la primera vez sin conocer la ruta, intentamos de los 4200, hacer cumbre y volver al campamento llamado la silla, hicimos cumbre y se nos vino la noche, sin ver la ruta, tratamos de dormir colgados, compartiendo un saco de dormir de plumas para 2, una pierna cada uno, fué terrible, unos hasta lloraron, juré no volver a subir nunca más al Juncal. Por mi profesión y como siempre debe ir en las cordadas un enfermero y como “conocía”la ruta, acompañé a 4 expediciones la última el año 1986, el 88 fuí al Ojos del Salado y en 1990 al Monte Aconcagua. Hoy unos viejos montañeses queremos intentar ascender al Juncal, nos falta la planificación y la preparación física, pretendemos hacer unas cumbres en Rio Blanco, Muela del Diablo Nido de Cóndores y La Parva para luego de Los Hornos intentar El Juncal. Tremendo tu relato y las fotos, ha cambiado mucho estos casi 30 años el Glaciar. Cambié la ruta de los 4200 subíamos por una cascada de hielo hasta los 5200, hicimos un despeje con la pala del piolet tipo terraplen y armabamos carpas. Al día siguiente muy temprano con equipo preciso hacíamos cumbre, volviamos desequipamos y bajábamos a los 4200 a dormir, al otro día bajábamos hasta los hornos a pernoctar, al otro día saliamos del cajón de los hornos. Vi por fotos las flechas verdes, el campamento Inhóspito, nueva ruta, pero muy lindo recuerdo los felicito a los 3 amigos que hicieron en el Nevado de Juncal. Gracias de corazón.
Carlos,
Que emoción leer tu relato de dichas ascensiones de hace tanto tiempo. Te felicito por tu entusiasmo y agradezco mucho tu comentario.
Me encantaría conocer la ruta que hiciste en esos tiempos. Si pudieses contarme más o si tuvieses alguna foto, te lo agradecería mucho!
Abrazo cumbrero.